Opinión | NO ME DIGAS...

Inquisición publicitaria

Todo empezó cuando aquella publicidad de una crema con su «Toda tú eres un culito». Era por 1982. Continuó con la novela «Coños», de Juan Manuel de Prada, en 1995, referencia a la de Gómez de la Serna de 1915 «Senos». También, en 2002, al diseñador y modisto David Delfín, determinados sectores imbuidos de corrección política, le armaron un escándalo por su colección «Cour des miracles», por cierto, inspirada nada menos que en Magritte y Luis Buñuel, poque su propuesta mostraba modelos con la cabeza encapuchada y una cuerda enlazada al cuello. Cada vez más, desde finales del siglo pasado, cualquier libertad artística sin otro fin que la publicidad de un producto, es atacada con extrema virulencia si muestra cuerpos, situaciones, expresiones, que a los nuevos inquisidores de la izquierda casposa no les gusta. Sus mentes retorcidas y enfermas sólo ven sexo sucio (ni siquiera sexo a secas, lo que sería positivo y estimulante, que tampoco permitirían) y explotación machista, donde el resto de los mortales, maduros y en paz con la naturaleza, ve belleza o sana provocación intelectual (no necesaria ni obligadamente sexual). Por desgracia, avanzan en la estrategia de poner bajo el filtro subjetivo de su verdad cualquier cosa. Esta nueva generación (sorprendentemente de izquierdas y jóvenes) de inquisidores, si hubieran vivido en la Antigüedad Clásica, en el Renacimiento, incluso en el prerrafaelismo, habrían llevado a la hoguera o a la cárcel a David, a Rafael, a Miguel Ángel, a Da Vinci, por utilizar desnudos masculinos y femeninos con afanes publicitaros, sí, publicitarios, pues no otra cosa que publicidad era a lo que dedicaban ellos esos desnudos: publicidad religiosa sobre pasajes de la Biblia, sobre el Panteón pagano, mitologías, vida cotidiana, escenas bélicas, etc. Con lo fácil que es diferenciar el asunto sin antojeras ideológicas ni verdades sectarias: ante imágenes de agresión, explotación, humillación, etc.: el código Penal. Lo demás, lo que se hace libremente, es trabajo, libertad de expresión y creación, no hay culpabilidad ni delito en mostrar y utilizar la belleza con fines publicitarios. Irene, háztelo mirar.

* Escritor @AdiazVillasenor

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