Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Huérfanos de España

Es lamentable escuchar que en clase no se deben usar símbolos políticos como nuestra bandera

El caso de la profesora de catalán y la bandera de España en un colegio de Palma ya ha dejado de sorprendernos. Si no fuera porque el fondo de la cuestión es de enorme trascendencia para la normal convivencia, podría usarse en el guion de una serie distópica. Es lamentable escuchar justificaciones como que en clase no se deben usar símbolos políticos con algo como la bandera de tu país. Si aceptamos eso, ya hemos reconocido que no tenemos país. Es vergonzoso que el Gobierno balear, en manos de un partido de ámbito nacional, como suponemos aún es el PSOE, intente minimizar este hecho escandaloso e intente taparlo con una de las consecuencias habituales de estos conflictos en redes sociales, la amenaza, reprobable, a la profesora implicada. La obligación del Gobierno es representarnos a la mayoría y gobernar para todos. Ya sería obligado proteger los derechos de una minoría, como el caso de esos padres que reclaman el 25% de docencia en castellano en Cataluña. Pero es que, en casos como este reciente de Palma, se trata de los derechos de una mayoría que asiste atónita a una política condescendiente con una minoría nacionalista combativa que no duda en utilizar cualquier resquicio para imponer por la fuerza su sueño de una Cataluña independiente donde solo se hable catalán y se piense en catalán, y donde quede desterrado todo lo que suene a cultura española y donde no quepan ciudadanos que se sientan catalanes y españoles. Porque, tengámoslo en cuenta, estos son los objetivos finales de los nacionalistas.

Algún día, los partidos de izquierda, las distintas variedades de Podemos y el PSOE, tendrán que reconocer el enorme error histórico que están cometiendo al minimizar e incluso apoyar cualquier nacionalismo centrífugo con la creencia de que esa efervescencia de lo local frente a lo global es más democrática y respetuosa con los derechos de los ciudadanos. En muchos lugares de España, este país, este estado, o como quiera llamarse al lugar que supuestamente compartimos y queremos construir, los ciudadanos no tenemos garantizados todos nuestros derechos constitucionales. El cúmulo de despropósitos es ya kafkiano en cuestiones como educación, sanidad, movilidad, unidad de mercado...

Si este Gobierno, sostenido por independentistas, sigue arrastrándonos por un camino que fomenta todo lo que nos separa, finalmente nos veremos en un lugar donde ya no sepamos reconocernos como conciudadanos. El peligro se ve por las calles, los colegios, las universidades y los centros de salud de muchos sitios de España. Y ya no hay ni sonrojo al convertir el Congreso en el mismo espectáculo callejero. No tardaremos en ver la necesidad de usar traducción simultánea. Pero eso no sería lo malo, aunque incómodo. Lo peor será reconocer que hay cosas que ni con traducción simultánea. Porque los independentistas tienen un objetivo claro que es la independencia y, por ende, la desaparición de España tal como la conocemos, con una geografía, unos valores y unos objetivos compartidos. Y no llego a entender que esa amenaza real no preocupe y no de miedo a nuestro Gobierno y a los políticos y ciudadanos que lo sostienen. Los amigos del Gobierno no se van a conformar con otra cosa que no sea la independencia y cualquier concesión que reciban en esa dirección solo supondrá ponerles el camino más fácil. La eliminación del delito de sedición, la reducción de penas por amenazas reales al orden constitucional y la estabilidad de nuestra democracia, y la falta de protección efectiva mediante una actualización de las leyes frente a una rebelión que utiliza estrategias y armas del siglo XXI, ejerciendo una violencia no necesariamente física, todo estos pecados del Gobierno, tanto por acción como por omisión, no nos benefician a ninguno. El estado debe mostrarse comprensivo, pero desde una posición de firmeza, que es lo que apoyamos y defendemos la mayoría de los españoles, incluidos muchos que seguimos sintiéndonos de izquierda o huérfanos de izquierda.

* Profesor de la UCO

Suscríbete para seguir leyendo