Diario Córdoba

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Nuestro perol

Todos los cordobeses sabemos como un dogma que el día de San Rafael, nuestro Ángel Custodio, el perol cordobés forma parte de la liturgia de la celebración. Pero no es que este culto gastronómico y social sea exclusivo de esta insigne conmemoración. Lo es prácticamente de todo el año y mientras se pueda burlar a la climatología. Por supuesto el otoño es la estación iniciática para sin par conjuro culinario y colectivo. Y nos referimos al tiempo porque un perol ha de ser en el campo, en plena naturaleza. Quién piense que un cordobés o una cordobesa solo pisa la sierra para comerse un arroz no ha entendido la metafísica del perol. O mejor, no lo mira desde la más pura antropología, pues este es desde la perspectiva más científica una manifestación social y cultural de la historia de los cordobeses. Su origen se pierde en la noche de los tiempos. Pero hasta donde la vista histórica alcanza parece ser que en aquellas celebraciones de los santos patronos de los gremios medievales podría encontrarse su origen. Desde los talabarteros, tintoreros, tundidores, curtidores, aladreros, alfayates, carniceros o herreros de la Edad Media, hasta los plateros, farmacéuticos, mercaderes, arquitectos o ingenieros más contemporáneos, todos han rendido pleitesía y devoción a sus santos patronos en el campo en hermandad. Es obvio que esta ancestral tradición la suscriben en nuestros días, asociaciones culturales, hermandades religiosas, y familias y amigos. No hay una manifestación más romántica al más puro estilo dieciochesco que un perol cordobés. No es de extrañar que por ello y por mucho más la UCO se proponga como objetivo elevar el perol cordobés a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. No solo porque lo merece intrínsecamente, sino porque, según un estudio reciente, las nuevas generaciones están dejando de entender lo que es un perol.

** Mediador y coach

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