Diario Córdoba

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Marisa Vadillo

LA CAFETERA DE ASPASIA

Marisa Vadillo

Cuando solo sí es peor

La violación ha sido un tema recurrente en la historia de la pintura, tanto poéticamente, a través de mitologías, como de modo más explícito. Autores como Degas recreaban temas tan turbios en sus cuadros como una violación inminente, entre 1868 y 1869 bajo el título de «Interior». También el pintor Antonio Fillol en 1906 denunció la violación a una niña de seis años, basada en un caso real. Incluso Magritte, en 1934, pintó una cabeza femenina cuyos ojos son dos pechos de mujer, la nariz su ombligo y la boca su pubis cubierto de vello y la tituló «La violación».

Es evidente que, en pleno siglo XXI, estos delitos necesitaban de un amparo que no basara su gravedad o la sentencia en la cantidad de resistencia o no, de violencia o no, de cuánto cerrara las piernas la víctima, de si gritó mucho o poco, si peleó, arañó, pegó, se defendió... incluso si llevaba ropa que pudiera incitar a ella. Era básico porque la idea de resistencia debía sustituirse por el de consentimiento, porque un abuso sexual o la violación se puede ejercer con el terror, sin ejercer violencia física.

No obstante, las ocurrencias, o el modo de transmitirlas a las leyes o la sociedad, en la actualidad, son demenciales. Y no sólo en este tema, que se han lucido. Precisamente porque podría haber jueces, juezas, abogados y abogadas machistas, la ley tendría que haberse planteado sin fisuras que evitaran excarcelaciones o rebajas de pena. Además, algunas políticas de género han conseguido algo que, jamás, pensé que vería en mi vida: la división del feminismo. No sólo que se perciba por los de siempre como una amenaza --aquellos que dicen ‘vale, feminismo es lo mismo (pero al contrario) del machismo porque ambas terminan en ‘ismo’--, sino que no sean percibidas como personas que defienden la igualdad de derechos. Muchas chicas (y chicos) jóvenes españoles ahora mismo escuchan el término ‘feminista’ y dan por hecho, con una fe ciega que asusta, que tienen delante a alguien que no sólo no defiende la igualdad, sino que está automáticamente en contra de los derechos de las personas transexuales. De hecho, han puesto en circulación el término «TERF» (feminismo radical transexcluyente). Así, tenemos políticas en igualdad que generan división y caos, y a ello se suma que son mujeres de izquierdas... de locos.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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