Diario Córdoba

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Jose Manuel CuencaToribio

HISTORIA EN EL TIEMPO

José Manuel Cuenca Toribio

Conversaciones en el taxi

En una ciudad turística por excelencia el esmero con su riqueza floral es de todo punto indispensable

Conforme es bien sabido, en la antigua Roma las autoridades edilicias colocaban el desarrollo y protección de sus ciudades bajo el cuidado de los denominados dioses tutelares o genii loci. En su huella, el cristianismo los mutó en los Santos Patrones de las urbes y localidades de cierta importancia. En la residencia del anciano cronista --la hermosa, incomparable Córdoba-- el culto y la afección a San Rafael usufructúan en tal aspecto una roborante salud, como patentizan, entre otros ejemplos, su rico, inagotable patrimonio artístico.

Hodierno, en días de una secularización que semeja imparable incluso en las tierras más acendradas de la vieja Cristiandad, el gremio de los taxistas viene a ser en muchas ocasiones un sucedáneo de aquellos genii loci. En ocasión cercana, el articulista ha vuelto a refrendarlo en una de sus habituales charlas matutinas con algunos de sus bienhumorados y diligentes representantes. Discurriendo acerca de la actual imagen de la ciudad califal y ponderar el cronista el bello y estimulante estado de sus parques y jardines, su amable interlocutor ratificó con fuerza dicha aseveración. «En una ciudad turística por excelencia el esmero con su riqueza floral es de todo punto indispensable; y al día de hoy el esfuerzo edilicio por garantizarla hasta en la época invernal merece un rendido aplauso. Los por desgracia decrecientes visitantes de nuestra ciudad así lo testimonian a diario». En tan destacada área, pues, un «sobresaliente» rotundo al Ayuntamiento que hoy rige, con pausado y laborioso ritmo, la muy difícil andadura de una de las ciudades peninsulares con más alto índice de paro --plaga devastadora y horrísona en la España de la angustiosa otoñada de 2022--.

Todo o casi todo, en efecto, parece conjurar en ella para alistarse en el nutrido batallón de los desalentados y pesimistas que, a las veces comprensiblemente, desde luego, olvidan que es deber sagrado, por encima de cualesquiera coyunturas, no entristecer el talante de las jóvenes generaciones que, a buen seguro, acabarán, al igual que las que las precedieron, por superar, al menos parcialmente, la suerte adversa a la que ahora se enfrentan. Así lo constatará --y ojalá que sea pronto-- otro colega del animoso taxista cordobés protagonista de estas líneas.

** Catedrático

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