Diario Córdoba

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Lucía Velasco

TRIBUNA ABIERTA

Lucía Velasco

El futuro debería ser la ciudad pequeña

Si lo importante para la productividad es la creatividad, ¿dónde será más fácil que se produzca?

Hagan la prueba: mencionen en una conversación el trabajo en remoto y escuchen. La respuesta suele comenzar por algo del estilo «sí, pero hace falta relacionarse con los compañeros por las ideas». Cada vez que se menciona el trabajo desde otra distancia que no sea la de las grandes ciudades, se responde justificando la presencialidad y vinculándola con la creatividad. Como si todos los días, en todas esas oficinas, la creatividad fuera algo que recorriera los pasillos, envolviera la máquina del pseudocafé e inspirara las mejores soluciones --incluso a quienes nadie se las pide-- para aparecerse ante quienes están ahí físicamente.

No cabe duda de que algunos empleados prefieren trabajar ‘in situ’ como sugiere un estudio reciente sobre Alemania, precisamente por la relación con sus compañeros y con su supervisor. El techo zoom ya fue objeto de esta columna, y a la vista de aquel razonamiento no es de extrañar que se perciba que es mejor estar en la oficina «por si acaso». Tampoco debemos despreciar la socialización que ofrece el espacio laboral para los que lo busquen. No obstante, la concentración de los empleados en los lugares de trabajo nunca fue por razones de creatividad, sino al contrario. Durante la Revolución Industrial, cuando se crean los grandes espacios de producción, se sigue en ellos la dinámica de los lugares donde se educaba la disciplina: conventos, cuarteles y colegios. Las fábricas pasan a ser ciudades cerradas donde se ejerce un nuevo tipo de control sin fuerza. Tener a los trabajadores en el mismo sitio, cerrado, con horarios delimitados, permite obtener el máximo rendimiento de la producción y dominar, de cierta forma, la fuerza laboral.

Al igual que la fábrica, en la oficina importa el sitio específico donde está dispuesto cada empleado. Poco se deja al azar, los cuerpos individuales son emplazados a una distribución concreta que por sí sola ya envía un mensaje sobre quién eres. También permite controlar de una pasada quién está en su sitio. Es la misma lógica de los pasillos centrales de los talleres.

Quizá lo próximo sea instalar luces de colores como en los ‘parkings’ inteligentes que te indican dónde hay un asiento vacío.

El control de la presencia y la ausencia para estar delante de un ordenador resulta extraño en los tiempos actuales. ¿Qué sentido tiene tener que compartir nevera en un zulo capitalino cuando podrías estar fomentando de verdad la creatividad con unas buenas vistas? Si lo importante para la productividad es la creatividad, ¿dónde será más fácil que se produzca?

Parece que la única opción es una gran ciudad caótica sin médicos, que no permite vivir a sus habitantes, gentrificada y ruidosa; y, sin embargo, las capitales de provincia (o equivalentes) son en sí mismas esas ansiadas ciudades de los 15 minutos, cuentan con todas las infraestructuras que necesitamos y además una calidad de vida astronómica para los que somos de Madrid. Cuando uno las visita, puede notar la dignidad de la pequeña ciudad que aguanta recia mientras padece el lento declive de una juventud que huye hacia el malvivir de la gran ciudad. Para repoblar el entorno rural deberíamos empezar por ellas, parece más fácil.

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