Diario Córdoba

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Pilar Galán

LA CLAVE

Pilar Galán

Luis Landero

Es un placer hablar de un escritor como Luis Landero, que acaba de sumar el Premio Nacional de las Letras a la lista de galardones que reconocen toda su trayectoria. A veces enemigo de la ficción, harto de ella, «reñido con la literatura, saturado de ficción», como escribe él, nos presenta ‘El balcón en invierno’, y otras veces nos regala una obra como ‘Lluvia fina’, cuyo germen se encuentra en una noticia real.

La realidad siempre está detrás de lo que cuenta, superando a la ficción o aliándose con ella para recordar de forma mentirosa, como hacen todos los que recuerdan, sobre todo cuando nos remontamos a la infancia y a la adolescencia. Ha creado grandes personajes que parecen seres cotidianos, pícaros, como Hugo Bayo en ‘La vida negociable’, que no alcanzan nunca el estado al que aspiran, porque como nos dice ya Quevedo, solo cambian de lugar, no de vida y costumbres, o Aurora, la eterna confidente de ‘Lluvia fina’, o Pache y su boliche, de ‘El huerto de Emerson’, o Marcial, el protagonista de ‘Un hombre ridículo’, que nos habla de humor y amor y sobre todo de sus desvelos. Para Landero, las historias y las palabras nunca son inocentes ni los relatos son inofensivos, por eso cuida no solo lo que cuenta sino cómo lo hace, hasta presentarnos novelas en que creemos estar leyendo sobre la vida de unos personajes que en el fondo nos cuentan al oído lo que no queremos o no sabemos ver de nuestro afán cotidiano. Ese afán, siempre presente, que va desde Dacio Gil Monroy, ingeniero y poeta de ‘Juegos de la edad tardía’, hasta ‘El balcón en invierno’, la difícil adaptación de un joven a un entorno hostil, del que solo puede evadirse con la imaginación.

Y todo mirado con ironía melancólica, y cariño, ese cariño con que Landero nos presenta a los personajes que bien podríamos ser cualquier de nosotros. Y además bien contado: «El estilo debe ser bonito y eficaz al mismo tiempo, de tal forma que cada frase resplandezca sin que se note: si me sale una frase demasiado bonita, la borro. Hace tiempo que renuncié a escribir la página perfecta».

Alguna vez ha confesado Landero que nunca imaginó que acabaría siendo escritor. Que la suya fue una infancia sin libros y que no comprende por qué atajos ha llegado a contar historias. A veces el porqué es lo de menos, sobre todo cuando se trata de un autor magnífico, un narrador poderoso que cuenta como se hacía antes, alrededor del fuego, atrapando a los lectores en el devaneo de un afán que, como ya he dicho en otras ocasiones, nos obliga a replantearnos no solo la literatura sino también nuestra propia vida.

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