Diario Córdoba

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Carmen Albert

TRIBUNA ABIERTA

Carmen Albert

¿Todas histéricas?

Hay enfermedades que no nos matan, nos limitan y consumen y no reciben la misma atención por parte de la comunidad científica

Les voy a proponer un ejemplo imaginario: una mujer acude a la consulta de su médico por presentar dolor de cabeza. El médico indaga, la explora, la mujer se emociona al expresar su malestar y, con facilidad, lo asocia a algunas circunstancias de su vida. El médico concluye que el dolor de la mujer puede ser la manifestación de un cuadro ansioso o depresivo, la somatización de un malestar psíquico. Con toda probabilidad prescribirá un analgésico y algún ansiolítico que la ayude a controlar la angustia. Poco después, un hombre acude al mismo médico. También tiene dolor de cabeza, pero al explicarlo se muestra contenido, no deja que sus emociones afloren y no habla espontáneamente de los problemas que pueda tener en su vida. De nuevo, con toda probabilidad, el médico prescribirá un fármaco para el dolor y en su mente planificará, en el caso de que no sea eficaz, qué pruebas solicitar para detectar el origen. En ella no se ha planteado seguir explorando; en él, sí. ¿Por qué? Las mujeres son más emotivas y sugestionables, histéricas diríamos si no nos oye nadie, utilizando ese término que apenas se usa en el lenguaje científico y sigue tan arraigado en el coloquial; con un hombre es diferente, si se queja, algo tiene. Pero puede ser que el hombre tenga una depresión que sea incapaz de verbalizar y ella, con toda su emotividad, una lesión neurológica que tardará en ser detectada. El prejuicio del médico en la valoración al considerar que el dolor de la mujer era nervioso y el del hombre físico se llama sesgo de género. Y ambos pueden perder.

Se sabe que la esperanza de vida de las mujeres es algo mayor que la de los hombres, pero aunque vivamos más, parece que vivimos peor. Se investiga menos en el dolor crónico y en todas las enfermedades que lo producen, desde la endometriosis que nos afecta de jóvenes a la artrosis de mayores. Muchas enfermedades que no nos matan, nos limitan y consumen y no reciben la misma atención, por parte de la comunidad científica, que otras menos frecuentes en la población general. Entre ellas están las enfermedades inmunitarias e inflamatorias, que suelen ser crónicas y no tienen un tratamiento de la causa. Junto a la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica son más prevalentes en mujeres, carecen de tratamiento etiológico y están en un limbo en el que siempre asoma la sospecha de si la queja será real o psicológica: ¿dice la verdad o se lo imagina? Ay, la histeria...

Y ahora ha llegado el covid. La infección por este virus afecta de manera diferente a hombres y mujeres. Los hombres tienen una infección aguda más grave y peores secuelas inmediatas, entre ellas la muerte. A las mujeres, como en otras enfermedades, les ocurre que mueren menos que los hombres, pero tienen mucha más probabilidad de desarrollar un covid persistente, es decir, que su vida se vea afectada durante meses --o más-- por síntomas que van a deteriorarla. El covid persistente se acompaña de un cansancio intenso y desproporcionado, calambres musculares, problemas de concentración y memoria, cefaleas, alteraciones en la visión, el gusto y el olfato, además de síntomas respiratorios, digestivos, dérmicos y del aparato locomotor, que aparecen de forma desigual entre los pacientes. Suele afectar al diez o quince por ciento de los que han sufrido la infección y su evolución puede ser a brotes, desapareciendo algunos síntomas para resurgir de nuevo. Provoca limitaciones en la vida del paciente y, como se desconoce el mecanismo que lo produce, los tratamientos utilizados buscan paliar algunos síntomas, pero no tratan la causa. Para terminar: casi el ochenta por ciento de los pacientes que lo padecen son mujeres. ¿Todas histéricas?

Sospecharlo sería otro ejemplo del sesgo de género, prejuicio que no afecta solo al ámbito de la consulta médica, donde se realiza el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades, también alcanza a la investigación, que abarca un contexto más amplio. ¿Seríamos capaces de investigar de forma objetiva y eficaz sin liberarnos antes de esas ideas preconcebidas?

Ser diferentes en la forma de enfermar o de responder a los tratamientos no hace a un sexo mejor o peor que el otro. Dejar de estudiar, o estudiar menos, al cincuenta por ciento de la población perjudica también a la otra mitad. Siendo tan obvio, parece que olvidamos que el conocimiento nos beneficia a todos.

Y la histeria, aunque no lo crean, también afecta a los varones.

*Psiquiatra

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