Del mismo modo que hay personas que entran en tu vida con una falsa luz que luego se oscurece, y de las que debemos salir rápido para dejar su nubarrón o su tela de araña definitivamente atrás, hay también quien surge para regar de luz el arco de tus pasos, poniendo esa mirada que es su forma de estar e integrarte en el mundo. Eso me sucedió con Salma Al Taji Al Farouki, que acaba de ganar la medalla de honor de los Premios Qurtuba de la asociación «Córdoba solo hay una». Córdoba solo hay una y Salma tampoco puede haber más que una: es imposible imaginar otra mujer que aúne tiempos, geografías, épocas y misterios, para encarnar el eco de paisajes que también existieron. Cuando la conocí, en 1994, Roger Garaudy era la voz sonora en sus libros y en su fundación de la Torre de la Calahorra.
Salma sigue viviendo aún dentro de esos momentos y también los comparte: sabe traslucirlos en los ojos con brillo mineral, en esa sensación de un detenimiento del espíritu en las costuras de la realidad. Averroes, Ibn Hazm, Wallada, Ibn Al Arabi siguen descendiendo por sus labios para elevar sus nuevas oraciones con eco de presente.
La Casa Andalusí de la calle Judíos, con su reverberación sutil en cada gota del agua salpicando el silencio de la fuente y su espejo de horas bajo siglos, con sus altas almenas en la noche, o en ese nuevo remanso que es también la paz y la armonía de oro líquido en la Casa de la Alquimia. Salma ha venido a Córdoba para tocar la luz de un tiempo quieto y llenarlo de un nuevo dinamismo, con la imaginación del pasado y la hospitalidad en sus manos. Cuántos amigos, cuántas gentes buenas siempre a su alrededor. Este justo Premio Qurtuba para Salma -el masculino ha sido para Antonio Gala- es también la medalla que la ciudad se da a sí misma. Hay quienes aparecen para oscurecernos, sí; pero luego la vida nos compensa con voces luminosas que nos hablan para la eternidad. Así es Salma, una mujer dueña del milagro de la fe y el amor.
* Escritor
