Diario Córdoba

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Carmelo Casaño

LA RAZÓN MANDA

Carmelo Casaño

No fue una ‘chapucilla’

La Transición fue, dicho con frase de Julián Marías, «la devolución de España a los españoles»

Con motivo del fallecimiento de Jesús Quintero, el original entrevistador a gentes de la más variadas procedencias, algunas televisiones han repuesto videos de aquellos encuentros, entre los cuales nos llamó la atención el que tuvo con Julio Anguita, tras abandonar sus cargos institucionales. El exalcalde de Córdoba, con mesurado tono pedagógico, fue respondiendo a las cuerdas preguntas, entreveradas con silencios, de El Loco de la Colina.

Anguita señaló --en esto coincidimos plenamente-- que es imprescindible imbuir en la juventud la necesidad de que conozca bien la historia de su país, con luces y sombras, pero sin tergiversaciones. Ahora bien, como una cosa es predicar y otra dar trigo, a renglón seguido, el expolítico expresó sus particularísimos opiniones sobre el advenimiento de la democracia pluralista que se conoce como la Transición. Sin dar las razones básicas de su criterio, insinuó que dicho tiempo político estuvo presidido por unan tácita ley de silencio sobre la dictadura, manifestando, a continuación de forma rotunda, casi dogmática, que la alabada Transición fue una chapucilla. Así, en diminutivo, para mejor degradarla. Afirmaciones, a nuestro entender, tan infundadas como ayunas de objetividad que, incluso tiraban piedras a su propio tejado, pues gracias a la chapucilla él alcanzó la Alcaldía del municipio cordobés. Pero, sobre todo, qué mezquino es llamar chapucilla a ver volar de nuevo las mariposas multicolores de las libertades.

Que no hubo pacto de silencio lo prueba el hecho de que en la década siguiente a la muerte del dictador, se filmaron numerosas películas y se publicaron abundantes libros con una crítica acerada al régimen nacido de la tragedia del 36. Que la Transición no fue una chapucilla; es decir, un trabajo sucio, sin importancia y mal hecho fuera del horario laboral, lo desmienten: la Constitución de la Concordia; la inexistencia de presos y exiliados políticos, cosa que no sucedía desde principios del XlX; el voto libre de los mayores de edad en elecciones de gran pureza democrática; la restauración del sindicalismo; la germinación del Estado de las autonomías, semejante al federalismo. En definitiva, la Transición fue, dicho con frase de Julián Marías, «la devolución de España a los españoles», aunque a esa importante realidad la quieran llamar chapucilla.

Por supuesto que quedó mucho por hacer para desterrar definitivamente al franquismo pero el mérito principal de la Transición se halla en la amplitud de un generoso acuerdo político que, superando las dos Españas cainitas, apartó, para otro momento, el ajuste de cuentas porque, volviendo a las andadas, la tarea democratizadora se habría ido a pique. Todo ello, teniendo muy presente que --repetimos-- quedaba mucha labor por realizar pero, también, sin ignorar que de la cruel guerra civil solo habían transcurrido 40 años y, como con gran acierto escribió el doctor Marañón, los maléficos efectos de las guerras civiles tardan más de un siglo en restañarse del todo.

Muchas realidades incompatibles con la democracia --entre ellas, la exaltación monumental de la dictadura que era el Valle de los Caídos--, habrían de desaparecer cuando llegase el mejor tiempo para efectuarlo. Recordamos que, sobre esta cuestión, el grupo liberal de UCD, en una reunión que trató el tema, llegó a la conclusión de que el destino final del Valle faraónico debería ser, tras sacar a los enterrados, clausurarlo y no hacer nada, dejando que la naturaleza obrara sus destrucciones. Idea de Eduardo Punset que fue acogida por la mayoría y que quedó aparcada porque teníamos claro que no había llegado su hora.

A todo lo anterior queremos añadir los parabienes exteriores que recibió la Transición de toda Europa y que la chapucilla española contó con el apoyo moral y económico de todos los partidos de la República Federal Alemana a sus homólogos españoles. Una situación tan real como poco conocida a la que, tal vez, dedicaremos un próximo artículo aunque dudamos que le interese el tema a las nuevas generaciones, las cuales no piensan, como Herodoto, que «la Historia es la gran maestra de la vida».

* Escritor

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