Opinión | escenario

El día de los Santos

Nuestras tradiciones relacionadas con el Día de Todos los Santos son muchas: cuentos y leyendas sobre los espíritus de los muertos que regresan para visitar sus antiguos hogares o los que no pueden marchar tranquilos porque dejaron una cuenta pendiente, una promesa sin cumplir o un lugar santo sin visitar. La costumbre de encender lamparillas mariposas, pequeños corchos con mechas que utilizan como combustible el aceite en el que flotan, que a su vez flota sobre agua, dando a las lamparillas sensación de ingravidez y de encender velas, que iluminan el camino que deben seguir las almas de los difuntos para llegar al otro mundo. También se gastan bromas: en algunos pueblos se tapan con gachas las cerraduras de las puertas (no sé si se seguirá haciendo porque la cosa tiene poca gracia); hay quienes se disfrazan de fantasmas para asustar a propios y extraños...

La representación de Don Juan Tenorio, drama religioso-fantástico, escrito por Don José Zorrilla en marzo de 1844, formó parte de la tradición festiva del Día de los Santos desde su estreno en 1849. Su representación el 1 y el 2 de noviembre era acto obligatorio en todos los teatros de España, en la radio y, cuando hubo televisión, en televisión. A partir de 1970, esta costumbre fue cayendo en desuso y, actualmente, solo alguna compañía de teatro conserva la tradición, como la Compañía de Teatro Clásico de Córdoba, Teatro Par, que la está representando desde el sábado, 29, en el Palacio de la Merced, convertido en excepcional escenario, y se representará hoy y mañana, con lo que podrán volver a oírse los versos que nuestros abuelos sabían de memoria. Sin embargo, los cuatro primeros actos de la obra transcurren en el año 1545, en una noche de carnaval; los tres restantes, cinco años después, en una tranquila noche de verano. La relación con el Día de los Santos viene por las apariciones espectrales de Doña Inés y su padre, Don Gonzalo.

Las tradiciones gastronómicas surgen paralelas a las espirituales y se concretan en deliciosos platos, especialmente, dulces; por ejemplo, los boniatos en almíbar; los buñuelos rellenos de crema pastelera, yema o chocolate, de los que se cuenta que por cada uno que te comas, sacas un alma del purgatorio; los huesos de santo, pasta de mazapán en forma de canutillos rellenos de yema; comerlos significa que se quiere a los muertos y no se siente miedo de ellos; los frutos secos garrapiñados; las gachas...

* Escritora. Académica

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