Diario Córdoba

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Antonio Gil

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Antonio Gil

Los Santos ‘de la puerta de al lado’

Los santos, subraya el Papa Francisco, no son modelos perfectos, sino personas iluminadas por Dios

El próximo noviembre se abre en la liturgia de la Iglesia con dos fiestas que han calado hondamente en el pueblo de Dios: La solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los fieles difuntos. El papa Francisco dice que esta es nuestra fiesta, no porque seamos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos, subraya, no son modelos perfectos, sino personas iluminadas por Dios. Podemos compararlos con las vidrieras de las iglesias que filtran la luz en muchas tonalidades de color. Los santos son los hermanos y hermanas que recibieron la luz de Dios en su corazón y la transmitieron al mundo con su propia «tonalidad». Ciertamente, el día de los Santos es la fiesta de los «santos de la puerta de al lado», que quizá conocemos o con los que nos hemos cruzado.

Tienen en común el hecho de que todos lucharon por eliminar las manchas y la oscuridad del pecado, filtrando solo la luz bendita de Dios. Este es el objetivo de la vida: dejar pasar la luz de Dios. Hace unos días, en la Eucaristía celebrada a los profesores y alumnos del Colegio de la Inmaculada, quise dejarles la fórmula que nos ofrece el Evangelio para ser «felices y para ser santos», con sus tres hermosos compases. El primero, «ir a Jesús y estar con Jesús», cumpliendo así su constante invitación: «Venid a Mí todos los estáis cansados y agobiados, tristes y preocupados, rotos y fracasados, desalentados y desanimados, que Yo os aliviaré». El segundo compás para ser «felices y santos», el amor como argumento central del auténtico cristianismo. Cristo lo «etiqueta» con dos exigencias, en sendas parábolas: «las obras y los frutos». En la película ‘Cinema Paradiso’, Alfredo, el operador de cine, cuando despide a Totó, que se marcha a Roma, a realizar sus sueños cinematográficos, le grita en el mismo andén de la estación de ferrocarril, esperando al tren: «Y no lo olvides, Totó, hagas lo que hagas ámalo».

El tercer compás que nos ofrece Jesucristo para ser «felices y santos» es el mismo que Él vivió: «Pasar haciendo el bien». Sería una pena que utilizáramos mil fórmulas buscando la felicidad y nos olvidáramos de la fórmula que nos ofrece el propio Cristo, en el Evangelio. Junto a la fiesta de Todos los Santos, el recuerdo de nuestros difuntos, con la tradicional visita a los cementerios. No están allí, pero en sus tumbas colocamos nuestro amor por ellos, con unas flores, con unas lágrimas ocultas en el alma y con una plegaria que ilumina nuestra esperanza. Tanto el papa Francisco, como el papa emérito Benedicto XVI nos han dejado dos bellísimos mensajes para estas fechas. El Papa nos dice: Quisiera hablaros en el día de los santos y recordando a los difuntos de una bienaventuranza que no se encuentra en el Evangelio, sino al final de la Biblia y trata del fin de la vida: «Dichosos los muertos que mueren en el Señor» (Apocalipsis 14, 13). Recordemos con gratitud a nuestros seres queridos y oremos por ellos. Y Benedicto XVI, que nos acompaña con sus oraciones desde su pequeño desierto, nos ha dejado estas palabras rebosantes de esperanza: «Dios está siempre con nosotros. Incluso en las noches oscuras de nuestra vida, no nos abandona. E incluso en la última noche, en la última soledad en la que nadie puede acompañarnos, en la noche de la muerte, la bondad de Dios siempre está con nosotros». Noviembre nos trae también el verso del poeta César Vallejo: «Dobla triste el dos de noviembre...». Pero sus campanas, en el corazón de los creyentes, ofrecen himnos de esperanza infinita.

* Sacerdote y periodista

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