Opinión | historia en el tiempo

Málaga: un ejemplo a seguir

Mi vida trascurrió en una Córdoba en la que la creatividad cultural coexistía con la pasividad social

La referencia personal, casi siempre inelegante, resulta ineludible. En el segundo decenio de la centuria presente, la vida del anciano cronista trascurrió en una Córdoba en la que la estimulante creatividad cultural coexistía con la pasividad social más desalentadora. Nada nuevo en la milenaria historia de la estéticamente incomparable ciudad califal; ni tampoco en su contexto regional y autonómico de la históricamente esplendorosa Andalucía. En días de fiebre conmemorativa, varias urbes españolas aspiraban a incluirse en la reducida y prestigiosa lista de candidatas a una de las capitalidades europeas de la cultura para el año de gracia de 2016.

El impulso inicial en la ciudad de la Mezquita fue tan vigoroso como alentador por obra del alcalde del PP D. Rafael Merino (1995-9) y, luego, muy especialmente, de la muy dotada, famosa y polémica doña Rosa Aguilar (1999-2009), y asimismo por su antiguo correligionario D. Andrés Ocaña (2009-11). A la hora de las presentaciones y ofertas mediáticas su currículo exhibió el repertorio cultural más acendrado. Títulos de ayer, los poseía todos; y las aportaciones del presente no eran menos sobresalientes.

Claro es, sin embargo, que, al propio tiempo, en la candidatura española figuraban capitales con envidiable trayectoria sociocultural y, a menudo, con grandes bazas políticas en su haber. Así sucedía, por ejemplo, con la bella Donostia, San Sebastián, en condiciones óptimas para legítimamente incluirse en el pelotón de vanguardia de las aspirantes a la muy honrosa designación. El tema vasco se encontraba por aquel entonces --lentos y excruciantes estertores de ETA-- a la cabeza de las preocupaciones de los gobernantes españoles y sus tentáculos y mil ramificaciones se extendían por todos los organismos del Estado. Frente a ello, el corpus político andaluz, aun férreamente vertebrado por un socialismo hegemónico y casi sin rival conservador, no acababa, empero, de encontrar los resortes que ‘de facto’ iban y controlaban desde Madrid la marcha del país en los grandes tramos de su recorrido. Mas no por ello, en modo alguno, cabe y puede verdaderamente atribuirse a factores exógenos la frustración cordobesa. Fueron en gran parte elementos propios los que condujeron al fiasco de las ilusiones puestas en la empresa. En un próximo artículo, el abajo firmante se afanará en analizarlos antes de adentrarse en la descripción de la Málaga hodierna, engolfada, conforme se sabe, cara a 2026, en una aventura de semejante tenor que la acometida por Córdoba hace un tercio de siglo. La reflexión verdaderamente historiográfica sobre cualquier ayer -y más, desde luego si es cercano- resulta siempre provechosa. Y en esta ocasión también lo será.

* Catedrático

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