Diario Córdoba

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Carmen Galán Soldevilla

TRIBUNA ABIERTA

Carmen Galán Soldevilla

Durante el otoño, floración primaveral

Las recientes condiciones adversas durante finales del verano e inicios de la actual estación causa una ruptura de las yemas a ‘deshora’

Hemos comenzado un otoño más cálido y seco de lo normal, y las previsiones de la agencia estatal de meteorología auguran unas perspectivas no buenas. Durante el otoño van ocurriendo cambios progresivos en el comportamiento de los organismos, en respuesta al medio que les rodea, en ocasiones difíciles de visualizar. Estos cambios suelen ir en sintonía, principalmente, con el fotoperiodo, hacia días progresivamente más cortos, así como a una mayor exposición a la variabilidad del tiempo que caracteriza a esta estación del año.

Durante este periodo de tiempo, las plantas cuentan con diferentes órganos que se encuentran en periodo de latencia para poder soportar las situaciones adversas a las que se puedan exponer. Por ejemplo, las especies anuales cuentan con semillas que se mantienen «dormidas» durante un periodo de tiempo, hasta que algunos estímulos ambientales les permitan germinar y desarrollar una nueva planta.

Las plantas perennes, cuyo ciclo de vida dura más de dos años, cuentan con yemas, que surgen en las axilas de las ramas después de su máxima actividad vegetativa o reproductora que, en la mayoría de las especies propias de nuestro clima mediterráneo, ocurre durante la primavera. Estas yemas cuentan con células, con gran capacidad de división, protegidas por escamas de cierta dureza que le dan la apariencia de un ‘botón’. Durante el verano y otoño, estas yemas se encuentran en estado durmiente para poder soportar las condiciones adversas, a la espera de que cualquier señal de ‘alarma’ produzca la ruptura de la latencia, broten y reanuden su crecimiento, desde finales del invierno hasta la primavera, para el desarrollo de las ramas vegetativas (con hojas) o reproductoras (con flores). En este proceso la planta debe de acumular una cantidad determinada de calor que depende de cada especie. El porcentaje en el desarrollo de ramas vegetativas o reproductoras va a depender de la estrategia que adopte la planta en base a las condiciones ambientales esperadas para la próxima primavera. Por ejemplo, en previsión a una primavera con condiciones más adversas, la planta apuesta por el desarrollo de más estructuras vegetativas, en desventaja de las reproductoras, que le permita soportar mejor esa situación.

Por lo tanto, la ruptura de la latencia en las yemas se produce en respuesta a una situación de estrés que, en plantas de floración primaveral en nuestro clima, ocurre ante una exposición al frío invernal. Este es precisamente uno de los temas que más preocupa en la actualidad, debido a inviernos que vienen siendo más suaves, sin posibilidad de que la planta pueda llegar a acumular las suficientes horas de fío necesarias para iniciar su brotación. La respuesta a esta situación se evidencia con una serie de anomalías en su comportamiento; por ejemplo, con un periodo de reposo más prolongado, así como con un desarrollo de foliación o floración más retardado y, posiblemente, a más bajo nivel por posible necrosis o caída de yemas, tanto vegetativas como reproductoras.

Otro tema que recientemente nos llama la atención es la ocurrencia de una inusual segunda floración otoñal en plantas de floración primaveral. Aunque normalmente se presenta la necesidad de acumulación de frío como señal de «alarma» que provoca la ruptura de las yemas, hoy en día, se viene observando que las recientes condiciones más adversas durante finales del verano e inicios del otoño están provocando una ruptura de las yemas a «deshora». Esta parada en el estado de dormancia provoca que muchos individuos de plantas de floración primaveral desarrollen sus flores durante el otoño como segunda floración, debilitando en gran medida su ciclo reproductor. En estos casos, la situación de estrés para la ruptura de la dormancia no está relacionado con las bajas temperaturas invernales, sino con situaciones de alta sequía durante el verano y otoños calurosos, siendo ésta una respuesta más de las plantas a los eventos adversos de nuestro clima.

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