Diario Córdoba

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José Luis Rodríguez

LA VERÓNICA

José Luis Rodríguez

El libro de Herminio Trigo

Memoria de lo que dieron de sí nueve años en la Alcaldía y de una trayectoria política frustrada por una sentencia

Las ‘Memorias políticas’ del que fuera alcalde de Córdoba por el PCE e Izquierda Unida entre 1986 y 1995, Herminio Trigo Aguilar, son de especial interés para los políticos que vivieron en activo aquellos años de efervescencia, grandes ilusiones y también navajazos y convulsión que ahora no se recuerdan como tales o se han suavizado con el paso del tiempo. También para los periodistas que relataron aquellos sucedidos desde el otro lado de la trinchera, entre los que me encuentro, y al leerlo afloran aquellas vivencias del joven periodista recién regresado a Córdoba que dictaba por teléfono sus noticias a la Agencia Efe, que con frecuencia topaba con el muro informativo en un Ayuntamiento en el que no se sabía muy bien cómo atender a la prensa y que iba arañando las noticias como podía, muchas veces pasadas las tres de la tarde cuando el equipo de gobierno se reunía a tomar una copa de vino en El Gallo. Desde Diario CÓRDOBA, y también como corresponsal de El País, seguí gran parte de ese periodo que relata Herminio Trigo, que inicia en su amistad con Julio Anguita, su implicación en la política y su entrada en la primera corporación municipal democrática de la transición, en 1979, y en el gobierno municipal del que toda España llamó ‘el califa rojo’.

De ahí hasta 1995, cuando el cumplimiento de una sentencia que lo condenaba por prevaricación lo apartó de la primera fila de la política y regresó a su puesto de maestro, se distanció de una IU en la que el habitual cainismo de las alianza de izquierdas le generó sufrimiento en momentos muy duros, recaló en Nueva Izquierda y en el PSOE cuando este movimiento se fusionó con los socialistas. En el 2010 dejó también estas militancias y siguió con su vida. Doce años después, Almuzara publica sus recuerdos, que subtitula «La transformación democrática de Córdoba».

Encuentro en la obra de Trigo un relato escrito en primera persona del singular y del plural que se ajusta bastante a los hechos, con escasas sorpresas y autocríticas. Y sin grandes ajustes de cuentas y descalificaciones, aunque alguna hay. Unas memorias son una recopilación de recuerdos personales y el autor es libre de dejarse cosas atrás o de interpretarlas de la forma que más le favorezca, o aclarar puntos de vista que en su momento calló. Hay temas de los que no dice una palabra, y otros sobre los que pasa a velocidad de vértigo. Sí se detiene en los objetivos con los que llegaron al gobierno: la estación de tren, el desarrollo urbanístico y la cultura. Y, sobre su condena, atribuye la denuncia por la contratación de Francisco López para el Gran Teatro a una maquinación del PP, y señala la influencia de Federico Trillo en la trama. Para darle solidez a esta interpretación de lo ocurrido señala en sus memorias que el máximo dirigente del poder judicial en aquella fecha le aseguró en un almuerzo tras su indulto: «Tú no has prevaricado, pero [me dijo] que los que me condenaron sí lo habían hecho». No cita su nombre en el libro, pero sí lo hizo en la presentación del mismo.

De la lectura me afloran dos reflexiones. Una sobre lo que no fue y pudo haber sido. Otra sobre lo que significó el paso de Herminio Trigo por la Alcaldía de esta ciudad. De la primera solo diré que Herminio Trigo, de no mediar la sentencia --luego llegó el indulto, pero ya estaba fuera del tablero de juego-- hubiera sido uno de esos alcaldes que permanecen en el cargo dos décadas, que sin un especial liderazgo como el indiscutible de Julio Anguita hubiera mantenido la confianza de los ciudadanos y hubiera seguido en su cargo como otros famosos primeros ediles de aquella época. Si Izquierda Unida se lo hubiera consentido, claro, pues la especialidad de esta formación ha sido siempre la crisis interna. Cómo sería la relación de esta organización política con su hombre más valioso dirigiendo una institución pública que se negó en un principio a apoyar una moción plenaria auspiciada por el PSOE para pedir el indulto al Gobierno de Felipe González tras el fallo firme del Tribunal Supremo. Luego lo hizo a regañadientes.

La segunda reflexión quizá la haya puesto por escrito alguna vez. Las grandes obras de Córdoba, la construcción de la ciudad que hoy vivimos, corresponden a su etapa. Podemos decir que eso ocurrió con la mayoría de las ciudades y pueblos de toda España, pero Córdoba tenía la singularidad de ser --también lo ha sido Zamora en algún periodo-- la única capital gobernada por los comunistas en un paisaje en el que el PSOE lo determinaba todo. Los errores que cometió el socialismo con sus candidatos a la Alcaldía de la ciudad, solo enmendados en parte cuando Manuel Gracia y José Miguel Salinas fueron alcaldables y mejoraron mucho la marca, convertían a Córdoba en una anomalía, y bien que la ciudad pagó las consecuencias con el cierre del grifo inversor de Gobierno y Junta de Andalucía y el retraso de los proyectos. La rigidez de Julio Anguita no ayudaba, la proyección nacional de su figura era un dolor de cabeza para el PSOE y lo cierto es que muchos asuntos solo se desbloquearon de la mano de Trigo y su equipo de gobierno. La nueva Estación se la debemos al empeño de Felipe González de que el AVE llegara a Sevilla para la Exposición Universal de 1992, y aun así costó la pérdida por arrasamiento de gran parte del yacimiento arqueológico de Cercadilla

Con Trigo se lanzó el Jardín Botánico, el plan del río con las plusvalías de Renfe, se remodeló y reabrió el Gran Teatro, la Axerquía, la estación depuradora de La Golondrina, se reformaron o crearon empresas municipales (Emacsa, Aucorsa, Sadeco), se puso en marcha un nuevo PGOU... Bajo su mandato, con luces y sombras, arrancó la Córdoba que hoy vivimos, y eso es difícilmente rebatible. El exalcalde recuerda en 87 de las 277 páginas del libro el sinuoso camino que tuvo que recorrer para que la ciudad se hiciera con el suelo que ocupaban las vías del ferrocarril y construir una nueva estación.

Merece la pena leer el libro. Personalmente me ha servido para recordar esos nueve años de gestión municipal, en los que también hace referencia al mal rato que tuvo que pasar durante la visita a la ciudad de dos ilustres rusos, en concreto la del científico Vladimir Alexandrov, que se bebió durante su estancia en Córdoba lo que no está en los escritos, y la del que más tarde fue presidente de Rusia, Boris Yeltsin, cuyo comportamiento zafio y grosero es lo que más se recuerda de su paso por la ciudad, en el que faltó muy poco para que nos dejara sin rabos de toro. Cómo comía y bebía el hombre.

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