Diario Córdoba

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Dolores de Toro García

EL ALEGATO

Lola de Toro

Próxima parada: Isla Mallorca

¿En qué medio de transporte público se mueve nuestra excelsa ministra de Justicia que afirma escuchar a los viajeros hablar de la renovación del Consejo General del Poder Judicial?

A los usuarios del autobús de mi línea habitual esa renovación «se la trae al pairo». Van mirando sus móviles, y si entre ellos se produce alguna conversación, esta versa sobre los cuernos prenupciales de la Falcó o del divorcio del Mejide, por astados igualmente, pero post maritales.

Muchos viajeros de esa línea llevan mi mismo destino: calle Isla Mallorca, Ciudad de la Justicia. Van a solicitar que se les haga justicia y las sentencias que se dicten tendrán mucho que ver, -o eso dicen nuestros gobernantes-, con esa renovación urgente del CGPJ, e incluso si me apuran, con el cambio de sistema de elección de sus miembros.

Discrepo y creo que hago bien en pensar de otra manera. Si tuviera la mínima duda de que los entresijos palaciegos de calle Marqués de la Ensenada y calle Trafalgar han incidido mínimamente en el fallo de las sentencias que los diferentes órdenes jurisdiccionales me han dictado durante más de treinta años, me sentiría tan desilusionada con mi trabajo que me plantearía mi retiro anticipado.

Los jueces tienen ideología, evidentemente, pero ellos no hacen las leyes. A los jueces y magistrados les podrá gustar o no un precepto legal o el viraje ideológico de cualquier reforma, pero deben aplicarlos. La politización que se afea al Poder Judicial para tapar la judicialización indebida de asuntos que deberían ser resueltos -o no generados-, por los otros poderes es más que evidente.

La carencia absoluta de medios técnicos y humanos para que el Poder Judicial y todos los operadores jurídicos podamos cumplir con la desmesurada carga de trabajo o la tardanza que esas carencias generan en el justiciable a la hora de recibir una respuesta a sus demandas, -llegando a veces tan a destiempo que la vida le dictó sentencia previa-, eso sí me preocupa, preocupa a los que van en mi línea de autobús a juicio y es lo que debería realmente preocupar a la Sra. ministra.

Que los políticos, tan prestos legislando cuando se trata de dictar normas que les permitan zafarse de un proceso judicial contra sus actos, culpen a jueces, magistrados y fiscales de estar politizados, es simplemente un insulto a nuestra inteligencia.

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