Diario Córdoba

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entre líneas

Juan M. Niza *

El tiempo de un buen gobierno

Se identificaba la prosperidad de las naciones con los largos reinados y los gobiernos prolongados

Siempre se viene identificando la prosperidad de las naciones y los imperios con los largos reinados y los gobiernos prolongados, hasta se ha convertido en un tópico, en un precepto que tenemos interiorizado: a gobiernos fuertes y largos, más felicidad de los pueblos. Incluso los hay que defienden una modificación de nuestra Constitución para que ayuntamientos y gobiernos de la nación y autonómicos aumenten los mandatos a cinco y hasta seis años, principalmente por una razón lógica: porque los proyectos modernos de todo tipo son de tal complejidad que requieren mucho más tiempo para su diseño, financiación y puesta en marcha que antaño.

Pero también recuerdo aquella clase en los tiempos del instituto, en Historia, cuando el profesor explicaba la fortuna de un país por la estabilidad de un rey longevo, defendiendo que siempre es una ventaja tener el mismo mandamás durante el mayor tiempo posible. Un compañero de clase, bruto como él solo pero con una inteligencia natural y un sentido común de esos que solo se encuentran ligados al terruño, intervino: «¿No será al revés? ¿No será que esos reyes vivieron mucho porque lo hicieron bien, en vez de que lo hicieron bien por vivir mucho? A los que lo hacían mal se les cortaba el cuello más pronto, ¿no?» Vino a decir tan bestia como clarividente. Gran teoría política e histórica. Muy bruta, pero impecable.

Vengo a decir esto porque en las últimas semanas, entre la muerte de Isabel II del Reino Unido y la victoria electoral de la ultraderechista Giorgia Meloni se ha oído de todo.

De la primera, la reina fallecida, han comparado su longevo reinado con el de su antepasada la reina Victoria (63 años al frente del Imperio Británico, falleció con 81), el rey francés Luis XIV (murió a los 76 tras gobernar 72 años), Ramsés II (en el trono 67 de sus 90 años de vida) y hasta con el de Pepi II, otro faraón cuyo primer nombre no era ‘Josefino’, sino Neferkara, y que reinó de perfil a la historia y en las pinturas 90 de sus 96 años. En todo caso, tampoco si se hicieran estadísticas, posiblemente, habría una correlación directa entre reinados gloriosos y mandatos largos más allá de lo que apuntó mi compañero de clase: los que gobiernan mal para sus pueblos y sufren problemas y crisis tienen más probabilidades de ser invadidos por sus enemigos y apuñalados por la espalda por sus amigos.

Pero justo el caso contrario reciente es el de Italia. Desde la Segunda Guerra Mundial ha tenido un gobierno distinto cada 13 meses de media. Y pese a 70 gobiernos en 76 años es la tercera economía de la UE y la octava del mundo.

De entre los muchos análisis que han podido leerse y escucharse sobre el triunfo de Giorgia Meloni me llamó la atención el de un experto desde la propia Italia. Venía a decir que los empresarios y los trabajadores italianos, mareados hace muchas décadas por gobiernos tan distintos y volátiles, planifican y trabajan de espaldas a quien gobierne, y por esta misma razón no es raro el votante que en unas elecciones puede dar su papeleta al radical Movimiento Cinco Estrellas y en los siguientes comicios a Hermanos de Italia. O viceversa.

Y esa desafección, ese creer que gobierne quien gobierne no supone nada, es tan peligrosa o más aún que considerar que la política lo es todo. O soñar con gobiernos eternos.

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