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Manuel Fernández

El futuro no existe

«El auténtico futuro es saber dónde alimenta Putin su cabeza para tener a medio mundo pendiente del telediario»

Colas de ciudadanos rusos se enganchan al móvil antes de cruzar la frontera con Kajazistan para huir de la guerra. Efe

Hay quienes piensan que se abusa demasiado del pasado para escribir la vida. Aunque Luis Enrique parece que piensa lo contrario porque ha afirmado que el futuro no existe cuando se le ha preguntado si seguirá de entrenador de la Selección cuando se juegue la final four. Teóricamente sólo existe el pasado, el futuro no es ni siquiera una alegoría en Cosmopoética porque sería saber qué país ganará el Mundial de Qatar o cuántos años nos quedan por cumplir. El auténtico futuro es saber dónde alimenta Putin su cabeza para tener a medio mundo pendiente del telediario donde desentierran a los muertos que matan sus tropas. Algo de este futuro sabían nuestros abuelos, que siempre han dicho que si los presidentes de los países tuvieran que luchar como soldados no existirían las guerras. Ni un ataque ruso con misiles hubiera causado una matanza de civiles en Zaporiyia. Ni un Putin fuera de sí hubiera dicho, tras proclamar la anexión de los territorios ucranianos ocupados, que «es la gran misión liberadora del pueblo». Mejor hubiera sido echar unas copas con Boris Yeltsin, que en Córdoba tomó las suyas. El Caballo Rojo, en su pasado, se acuerda de los platos que se comió el ruso Yeltsin que, al menos, desafió el intento de golpe de Estado de agosto de 1991 llevado a cabo por el núcleo duro del gobierno soviético y por la KGB. En diciembre de 1991 se disolvió la Unión Soviética. Fue el futuro, que nadie conocía, de aquella Rusia que tanto marcó el pensamiento. Hay algunos futuros que sí se presienten, el de nuestro paisano Antonio Gala por ejemplo, que el próximo miércoles 5 de octubre será homenajeado por la Real Academia de Córdoba. Más o menos todos intuíamos el futuro de belleza escrita de Antonio Gala, al que a ciertas horas le gusta más un whisky que una cerveza, como comprobé aquella tarde en el hotel Wellington de Madrid cuando presentamos el libro de Córdoba como patrimonio de la humanidad, que escribimos juntos, cuando el alcalde era Rafael Merino, del PP. El camarero se portó.

El futuro que nadie presentía era el de los teléfonos móviles, que hasta nos daba vergüenza hablar con ellos por la calle porque lo propio era escuchar a quien los utilizaba decirle a su mujer: «Antoñita, echa ya las lentejas que estoy cerca de casa». Por eso me extrañó lo que nos dijeron en Roma –una ciudad llena de pasado-- acerca del futuro de los teléfonos móviles. Era septiembre de 1996 cuando nos mandó el entonces director del periódico, Antonio Ramos, a Francisco González y a mí a buscar en Roma las huellas de Séneca en el bimilenario de su nacimiento, para un especial de Cuadernos del Sur. Íbamos una noche por la Fontana de Trevi y me fijé en unos cuantos jóvenes que, móvil en mano, mantenían una conversación con gentes que no estaban a su lado. Entramos en un bar, pregunté y el camarero me dijo que eso era el futuro. Claro, una ciudad como Roma, cuyo pasado alimenta su presente, debía tener muy claras las líneas de su futuro. En Córdoba, ciudad también de glorioso pasado, quizá no encajaba tanto ese futuro que nos llegaba sin saberlo. Se inauguraba la plaza del Zoco, en cuyo pedestal alguien excesivamente correcto escribió: «Plaza de Don Matías Prats Cañete», cuando al que conocíamos era a Matías Prats, y Antonio Ramos me dio un móvil para hablar con el periódico. Me aparté para que nadie me viera. Córdoba fue capital efímera del reinado de Felipe II en 1570, según una información del periódico. Eso es hablar ¿del pasado o de historia? La historia, que sepamos, es pasado que influye en el presente. Como esa noticia del miércoles 28 que dice que «Una exhibición congregará a 80 peluqueros y barberos» el domingo 9 de octubre en Priego de Córdoba. Mi infancia fue una barbería en donde aprendí a leer el periódico y descubrí mi vocación. ¿Eso es pasado? Yo lo llamaría historia… que, creo, no debemos olvidar.

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