Diario Córdoba

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Melania Salazar

ECONOMÍA CON TOQUE

Melania Salazar Ordóñez

Campanas de recesión

Cuanta más liquidez tenga el mercado, más cantidad de dinero hay disponible, un incentivo para la inflación

Que la inflación está disparada, ya no lo discute nadie. En el mes de agosto, la variación anual supuso un 10,8% y la variación en lo que va de año un 6,1%. Esto es como si hubiésemos quemado el 6% de nuestros ahorros, es decir, a día de hoy, podemos comprar menos productos con el mismo dinero, y es así porque a los Bancos Centrales y políticos de turno les ha dado por ahí. Si nos fijamos en las cosas del comer, aún andamos peor con una variación anual del 10,8% y en lo que va de año del 10,3%. La inflación suele producirse por varias causas, una está relacionada con la cantidad de dinero que se emite a la economía por parte de los bancos centrales. Por hacer una similitud sencilla, si a un adolescente se le aumenta el dinero que se le da como paga, es muy probable que se lo gaste, es decir, a más dinero más gasta, y si piensa que ese aumento es para siempre, planificará su gasto en función de eso. Algo similar ocurre con las economías, cuanta más liquidez tenga el mercado, más cantidad de dinero hay disponible (normalmente en forma de préstamos u otros instrumentos bancarios) y más gastamos, particularmente en un contexto de tipos de interés muy bajos como el que había hasta ahora. Pues bien, desde mediados del 2019 no deja de aumentar esta cantidad de dinero en la zona euro (el denominado M1) con incrementos entre el 5% y 16% mensuales, que se situaron en los últimos tres meses alrededor del 7%. Esto no solo lo hemos hecho nosotros, sino que ha sucedido en países de ingreso alto y medio a nivel mundial. De hecho, EEUU ha aumentado su masa monetaria del 89,4% de su PIB (producción final de bienes y servicios) que tenía en el 2018 al 111,5% en el 2020 y los últimos dos años están siendo peor, aunque no haya aún datos.

A esto se une otra causa más que hemos padecido, el denominado shock de oferta. Con la pandemia, hubo un problema a nivel mundial de escasez de determinadas materias primas, lo que hizo que subieran su precio, además de encarecerse el transporte marítimo que llegó a cuadruplicar su precio. Esto último ya ha sido resuelto y este precio resulta actualmente similar al de antes de pandemia, pero la guerra de Ucrania ha hecho que muchas materias primas, sobre todo vinculadas con la alimentación, sigan teniendo precios muy elevados. A esto se le ha unido la energía. Lo que, sin duda, ha puesto de manifiesto el conflicto ucraniano es la fatídica dependencia que tenemos los europeos del gas ruso, y todo por no querer la suficiencia energética fundamentada en nucleares. Así que, aquí estamos pagando, en media, el gas 4 veces más caro que los estadounidenses en el 2021 y unas 6 veces más en lo que va de 2022. Esto sin contar el sabotaje al gaseoducto entre Rusia y Alemania del otro día, que va a poner a este último país en una situación muy compleja de cara al invierno.

Para combatir la inflación vía energía, una solución que se ha llevado a cabo en España y se está pensando en la Unión Europea es poner un tope al precio del gas. Lo único que ocurre con esto es que la diferencia entre ese tope y el precio real al que se compra, la pagamos todos los consumidores en nuestra factura mediante un nuevo concepto, de modo que el que más ahorraba en su consumo se ve perjudicado. Para combatir la inflación vía monetaria, la única solución que se ha encontrado, tanto los estadounidenses como nosotros, ha sido subir los tipos de interés, como mecanismo para enfriar la economía, es decir, se pide menos dinero prestado y a los prestatarios existentes se les quita más renta disponible que ahora van a dedicar a pagar los intereses de los préstamos. La Reserva Federal Americana los ha subido al 3%, anunciando que antes del 2023 se podrían poner al 4%. En Europa, vamos infinitamente más lentos y estamos en un 1,25%. Esto ya ha provocado que el euro se deprecie frente al dólar, es decir, que valga menos y se necesiten más euros para comprar 1 dólar, lo que encarece las exportaciones de petróleo y gas aún más, solo por un efecto del tipo de cambio. Además, subir los tipos de interés significa frenar el consumo por parte de las familias y la inversión por parte de las empresas. De manera que se gaste menos y, por tanto, se produzca menos, lo que redunda en que se emplee a menos gente, que si pierde su trabajo pierde su renta.

Vamos, subidas de tipos ante un escenario de nulo crecimiento económico, solo pueden hacer que el crecimiento vaya a peor y más en el contexto actual, donde el crecimiento ha estado manteniéndose en España por un desorbitado gasto público que ha llevado una desorbitada cantidad de deuda pública de la que tenemos que pagar intereses, que van a aumentar ostensiblemente (bueno ya lo están haciendo).

Pues tenemos la fórmula perfecta, especialmente en España: inflación que va a seguir ahí y además superior a la media europea, provocando pérdidas de competitividad de nuestras empresas; crecimiento estancado o más bien disminuyendo, cuando aún no se había recuperado de la pandemia; y un gasto público desorbitado que proviene del gigantismo e ineficiencia de nuestra administración pública.

** Profesora de Economía de la Universidad de Córdoba

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