Diario Córdoba

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Pilar Galán

LA CLAVE

Pilar Galán

Apocalipsis al poder

Ser agorero es la profesión del momento. Matriculemos a nuestros hijos en un máster que les enseñe a predecir males y desdichas, y tendrán el futuro garantizado. Los agoreros han existido desde siempre, en cualquier ámbito, y yo los conozco de toda la vida. Suelen aparecer al amparo de las desgracias ajenas, y como vampiros emocionales, dan la puntilla o te clavan los colmillos, cuando estás débil, para ver si así te convierten en uno de los suyos. Los domingos por la tarde, a esas horas horribles cercanas al anochecer del invierno, suelen apostarse a las puertas de los hospitales como sombras al acecho. ¿Cómo está tu padre? nos preguntaban. Y cuando, ignorantes de nosotras, respondíamos la verdad, ellos cabeceaban contritos y soltaban la frase fatídica: mi padre estuvo así y duró tres días. Siempre me ha quedado la duda de si lo decían por animar, por lanzarnos al hoyo de la desolación o simplemente como analistas de datos, con tendencia a lo peor.

También sobrevuelan como buitres las decisiones importantes, como la de tener un hijo (te cambiará la vida), casarse (con lo bien que estás sola) o estudiar Humanidades (si solo se apuntan tres tarados como tú). Ahora triunfan en los medios de comunicación, como expertos en cualquier tema que conduzca al apocalipsis. Moriremos sin agua, con la lluvia como recuerdo de un pasado muy lejano, en guerra con otros países por una garrafa de cinco litros. O nos abrasaremos de calor, o nos sorprenderá un tsunami en Matalascañas o nos gobernará un conjunto de políticos obesos que son el resultado de los niños obesos que estamos criando. Y sí, el cambio climático es una realidad, nuestros hijos se alimentan peor que nosotros, y la ausencia de lluvias es un hecho. Y puede que los productos químicos estén afectando a nuestra inteligencia y a la de nuestros hijos, pero en lugar de asustar con el monstruo bajo la cama, o de tratar de controlar a la población con el miedo a lo que está por venir, quizá sería mejor poner soluciones, mientras se pueda, educar, al fin y al cabo, y huir de los malos augurios. El pesimismo constante y la visión apocalíptica nos hacen tomar decisiones equivocadas y aceleradas.

En su lugar, habría que concienciar, buscar la transición a otras fuentes de energía y trabajar por un mundo más igualitario, en el que el problema no es la falta de recursos sino su concentración en las manos de unos pocos, la desigualdad entre hombres y mujeres, la desprotección de la infancia en muchos países, y la atmósfera de catástrofe con la que nos bombardean. Tanto hablar de la extinción de la raza humana por el calor o por el frío y al final desapareceremos a causa de los agoreros y sus horribles predicciones, porque nadie se atreverá a traer hijos a un mundo que cada día agoniza.

** Escritora y profesora

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