Diario Córdoba

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Carolina González

el triángulo

Carolina González

Dios nos salve a todos

Seguimos conmocionados por el fallecimiento de la reina de Inglaterra. Isabel II era monarca pero también un icono. Pop para los más jóvenes, institucional para el mundo entero y reducto imperialista para, entre otros, muchos argentinos. Sea como fuere, una persona que ha vivido y marcado la historia mundial del siglo XX y parte del XXI.

Estos días leo sobre encuestas de apoyo de sus súbditos a la figura regia del 80%, el difícil papel que le espera a su hijo para dejar atrás al Príncipe de Gales y convertirse en Carlos III de Inglaterra o cuál será la actitud del pueblo hacia la nueva reina consorte, Camila. Pero también escucho el hartazgo de muchos, españoles en este caso, quejosos del protagonismo excesivo en todos los medios de comunicación de todo lo relacionado con su muerte, su legado, su pasado y el dolor planetario expresado vía comunicado.

No tengo claro dónde situarme, quizá con un pie en cada extremo. Lo que sí sé es que, a la vez que nos volcamos en saber cuándo, cómo y dónde la enterrarán, conocer su vida, revisar grandes series de televisión y películas sobre su complicada familia --ya sabemos lo que nos gustan tanta trama de infidelidades, recelos y luchas de poder-- el resto de los titulares informativos no dejan de asustar. La OCDE pide revalorizar el salario mínimo para no perder poder adquisitivo, los tipos de interés siguen al alza, la inflación disparada, Europa toma medidas de urgencia para intervenir el mercado eléctrico y frenar la escalada de precios, la sequía que ya está provocando limitaciones de uso en Huesca, las sirenas que continúan sonando en Ucrania y ya nadie se sorprende por ello...

El Gobierno afirma que la oposición quiere pintar un escenario preelectoral catastrófico. La derecha asegura que solo ellos podrán salvar a España de la quiebra. Aquí sí que no tengo dudas: mis pies no se separan para colocarse uno a cada lado como me sucedía con la reina de Inglaterra. En política cada uno vende la moto que le interesa. Unos, el progreso y la responsabilidad; otros, el miedo y la salvación. Cada uno es libre de comprar el discurso que quiera, pero sería más honesto por parte de nuestros representantes en el Congreso de los Diputados que dejaran de lado estrategias, encuestas internas y soflamas incendiarias para sosegar ánimos. «Si tenéis diferencias, os sentáis, habláis y lo resolvéis». Es lo que les decimos a los críos cuando se pelean, ¿no? Cuánto nos gusta educar a los más pequeños para hacer lo que nos place de adultos. El abrazo final lo dejamos para otra ocasión. Eso sí que conmocionaría y no la muerte de Isabel II.

* Periodista

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