Diario Córdoba

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Juan Enrique Redondo Cantueso

¿El ataque de los clones?

Dando trompicones en Twitter me encontré con una reflexión de José Carlos Ruiz, filósofo y paisano nuestro, sobre la cultura de hoy y el impacto en el género humano. En su tuit, comentando la obra La ilusión vital de Jean Baudrillard, decía que «es la cultura la que nos clona» y profundizaba esa idea añadiendo que «los seres singulares pasan a ser copias idénticas de los otros». No se puede negar que la palabra clon remite a una sociedad post apocalíptica o a alguna serie distópica de moda, y eso produce un desasosiego que nos hace pensar (aunque sea solo un poco). Puede ser muy inquietante que algo creado por el ser humano, me refiero a la cultura, aunque es cierto que también ella nos moldea, sea capaz de replicar a los seres, como una suerte de tornillos en serie; algo tan contrario y aberrante para el ser humano, al que todas las culturas consideran único e irrepetible.

Después de pasar unos días de vacaciones, visitando centros comerciales, monumentos o restaurantes, encontrando gentes de todas las procedencias, culturas y estilos se llega a la conclusión de que, si no clones, bien podemos decir que existen parámetros sospechosamente similares y repetidos a nuestro alrededor. Mismos bailes, simples y machaconas canciones, ejércitos de adolescentes de mohicanos peinados, tatuajes a diestro y siniestro, apariencias déjà-vu, niñas de movimientos coreografiados, miles de replicantes al son de la misma cantinela: una canción ya sabida por todos, la que dicta aquel o aquellos que nadie conoce pero que llega a todos los confines.

Como docente no puedo evitar la tentación de llevármelo todo al terreno de la escuela, a pie de pizarra, donde todo se ve distinto; aunque no distante porque la escuela sabe detectar virtudes y carencias de los alumnos y, por ende, de la sociedad. Ya me refería antes a que no conocemos quién mueve los hilos, pero sí sabemos discernir lo que está bien y lo que no tanto (por lo menos los adultos); aunque realmente quizá no sea tan complejo: con un poco de ayuda de todos, esa quimera podría ser alcanzable. Una buena formación en el espíritu crítico y una actitud de duda cauta, razonable y razonada, ante tantas tendencias casi diarias, pueden ser el catalizador de una nueva forma de afrontar y resolver cualquier jugada de la vida.

Al enfrentarse a una clase de niños o adolescentes todo se torna tan previsible para ellos, que se requiere tal cantidad de «magia», que resulta casi imposible sacar cada mañana el conejo de la chistera sin desvelar el truco. Tanto clon alrededor hace que lo novedoso sea puesto en cuarentena si no viene de su red social favorita; en cambio, si no es algo innovador, se procede una desconexión total. Tal vez nuestra misión sea hacer ver a niños y adolescentes todas esas trampas pro clonación que no hacen sino restar singularidad y especificidad a la persona, original e irreemplazable. Si somos capaces de abrirles los ojos lo antes posible, mejor que mejor. Es nuestro gran reto (uno de tantos) para este siglo de pose, virtual y tan desnaturalizado.

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