Diario Córdoba

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entre líneas

Juan M. Niza *

El imperio de los servicios públicos (I)

«Sin autobús, ¿cómo se vuelve la gente a los barrios cuando, por ejemplo, terminan los conciertos?»

Bienvenidos a todos de las vacaciones, quienes las hayan tenido. Por aquí, todo bien, con unas noches quizá demasiado cálidas pero recuperándose en ellas la vida cultural y de ocio de antes de la pandemia. Bien entrada la noche era todo un lujo pasear por la ciudad, algo que aún le sale gratis a los cordobeses (relativamente, ya que lo ponemos en impuestos) y que en todo caso es un privilegio por el que pagan fascinados todos los que nos visitan. Hagan un ejercicio de autocomplacencia: miren sus caras de asombro y felicidad, aunque haya turistas de cara imperturbable, para recordar una de las poca suerte que tenemos los cordobeses en Córdoba: nuestra Historia y patrimonio.

Pues bien, en uno de estos paseos estaba la pasada semana cuando coincidí con una gran amiga, Pilar, saliendo de uno de los conciertos del ciclo Otoño Sefardí, ese impresionante ciclo internacional que ha crecido tras años de esfuerzo y gracias a Rafael Pérez de la Concha, un trabajador municipal que está dejando un impagable legado de servicio público cultural, con el Ayuntamiento liderando los ciclos, junto a decenas de entidades y colectivos, desde el citado Otoño Sefardí a Kalendas en Corduba, Córdoba en Púrpura o Noches de Ramadán. Toda una ingente oferta de actos que impulsa la industria cultural cordobesa y que, de paso, supone un aliciente al turismo y para aumentar las pernoctaciones. En esas reflexiones estábamos cuando mi amiga me recordó que como contrapunto otro servicio municipal, Aucorsa, desmerece de tanto esfuerzos. «Sin autobús, ¿cómo se vuelve la gente a los barrios cuando, por ejemplo, terminan los conciertos? Eso quita las ganas». La queja no es nueva. Desde hace años entidades ciudadanas como la Federación de Asociaciones Vecinales Al-Zahara o el Consejo del Movimiento Ciudadano reclaman que los autobuses se adapten más a una vida moderna y a los ciclos de una ciudad en donde, por ejemplo, el 20% de los trabajadores ya no tiene un horario laboral ‘clasico’, muchos de ellos empleados parcial o totalmente en turnos de noche, y no son pocas las ocasiones a lo largo del año en las que la ciudad es un hervidero aún a medianoche. Sin embargo, pocas o ninguna ciudad habrá en España con tantos habitantes como Córdoba y sin líneas de bus nocturno.

El caso es que mi amiga no critica a la empresa municipal en sí misma, que además ahora mismo está haciendo otro enorme esfuerzo abaratando el bonobús, y hasta reconoce el mérito de los trabajadores, gestores y del Ayuntamiento para paliar el déficit. Más aún: Pilar me contó que una vez llamó al teléfono de información de Aucorsa para ver qué combinaciones tenía más allá de las 23.00 horas. El encargado de atenderla, muy amablemente y terminando casi en una cordial conversación, le dio cuenta de las pocas opciones que existen y hasta coincidió con mi amiga en que es necesario un bus nocturno. Ahora bien... «Pero eso, ¿quién lo paga?», se preguntó el interlocutor de la empresa municipal con más razón que un santo.

Pero quizá haya que hacer un esfuerzo más, porque también es cierto que el servicio público más barato es... el que no se presta. Y si, además, un servicio público no da servicio y no es público, pues tampoco vamos muy lejos por ese camino.

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