Diario Córdoba

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Francisco García-Calabrés

El sueño de África

Comenzamos el mes de septiembre con nuevos bríos y renovados ánimos. Reteniendo, aún en la memoria de la retina y en el palpitar del corazón, los aromas de los días veraniegos lejos de los escenarios cotidianos, con sus protagonistas y paisajes, que ya forman parte indeleble de nuestra mochila vital. Cerrando los ojos, algunos aún huelen a espetos, tal vez otros a montaña o a la sal marina mientras ven ocultarse el sol tras el horizonte infinito. En mi caso, paladeamos las aventuras y vivencias del viaje que nos llevó varias semanas por tierras de Uganda, la «perla de África», como la definiera Winston Churchill.

Dicen los muy viajeros que los viajes se viven hasta tres veces. Cuando se preparan, mientras se realizan y cuando se recuerdan. Confieso la tremenda ignorancia que tenemos sobre tantas realidades y latitudes, y en particular la mía sobre África. Me encontré con un país de un clima muy suave, totalmente verde y con abundante agua por todos sitios, lejano al tórrido y seco verano cordobés. Y como Javier Reverte en El Sueño de África, comencé mi aventura en Kampala, la ciudad caótica y bulliciosa, colorida y desordenanda, llena de mercados y motocicletas con multitud de pasajeros. Destacando la importancia del lago Victoria -tan grande como Andalucía- , centro de la vida de África oriental, cerca de donde nacen las fuentes del río Nilo. Les podría comentar muchísimas maravillas de este recorrido realizado al margen de los circuitos turísticos, de la grandiosidad de sus parques nacionales que contemplamos sobrecogidos y emocionados, como el de Murchison Fulls, Queen Elizabeth o el de Bwindi, reserva de la biosfera y patrimonio de la humanidad, con el esplendor de sus paisajes y lo fascinante de su fauna salvaje, que disfrutamos en tantos lugares y en especial en el canal de Kazinga. Les podría hablar de las tribus de bosquimanos que conocimos, de la riqueza natural de un país bendecido por la naturaleza, de sus extintos volcanes, múltiples lagos y enormes cataratas, de los lugares donde John Houston, acompañado de Humphrey Bogart y Katherine Hepburn, rodó La Reina de África.

Pero sobre todo, la memoria, que retiene más que las imágenes, los sentimientos vividos y compartidos, se ha quedado con tres cosas que les apunto en esta ruta del corazón que ha palpado caminos, colegios y poblados. La amabilidad de las gentes, la alegría de los niños y la dignidad de la mujer africana. Sí, cuando apenas se tiene nada, y te encuentras en uno de los 40 países más pobres del mundo, con una renta per cápita anual que no llega a 900 dólares, todo el mundo comparte lo poco que tiene. Y lo hace sin estridencias, sin exigencias ni estrés posible, viviendo la vida «pole pole», poco a poco, amablemente. Los niños, de otro lado, son los protagonistas absolutos en el país más joven del mundo, con una media de edad de poco más de 16 años. Niños por todos lados, con sus uniformes en los colegios, o sin ellos cuidando de sus hermanos o en todo tipo de actividades. Niños sonrientes, que juegan con patinetes de madera o al aro con viejas ruedas. Y esa mujer erguida, sosteniendo sobre la cabeza cualquier tipo de mercadería, sobre la espalda al hijo, anudado en telas de vivos colores, y sobre el hombro la azada con la que trabajar los verdes campos. Hace años, a la vuelta de mi estancia en Tanzania, escribí que de África será el futuro aunque nosotros -que somos el geriátrico del mundo- no lo veamos. Porque tiene los recursos humanos y los naturales. Al fin y al cabo, allí comenzó la historia de la Humanidad. Al final del viaje, le pregunté al chófer local que nos acompañaba cuál era el sueño de África y de Uganda. Y me quedé perplejo por su respuesta porque no me habló de tener más recursos ni rentas, sino que el mundo conozca la dignidad y la bondad de sus gentes. Y yo, les doy a ustedes fe de ello.

*Abogado y mediador

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