Diario Córdoba

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Miguel Aguilar

La vida por escrito

Miguel Aguilar

Viejos verdes

Esa idea de que las personas mayores ya no sirven está cambiando en las últimas décadas

Nos gusta pensar que, conforme pasan los años y nos vamos acercando al inevitable final, se despierta en nosotros una rara fuente de energía que nos permite vivir de nuevo como si fuéramos jóvenes. Tal podría ser el caso de ese hombre mayor al que la sociedad descalifica como «viejo verde». Esta expresión peyorativa incluye una doble carga de significado: el viejo vive una rara exacerbación de la libido, y el viejo no tiene derecho a cultivar ese alto nivel de sexualidad.

Esa idea de que los viejos ya no sirven está cambiando en las últimas décadas, en paralelo con el aumento de la esperanza de vida y la mejora de la calidad de vida en la tercera edad. Ahora es más normal ver a personas de 70 años corriendo o montando en bicicleta y con una vida sexual activa. Aun así, a pesar de que la vejez parece ir retrasándose, el destino fatal sigue siendo el mismo. Ver correr a una persona de 90 años es todavía extremadamente raro. Por el momento, todo decae con la edad. Y el sexo también.

Sobre la pérdida de la función reproductora existían algunas dudas, porque se veía algún sentido a la idea de que cuando el organismo se va acercando a la muerte puede querer dedicar sus últimas energías a reproducirse. Pero un reciente trabajo de in-vestigación sobre el tema parece confirmar la hipótesis de que los viejos verdes ni son tantos ni son tan verdes. En efecto, en un artículo titulado ‘El envejecimiento desexualiza el cerebro en Drosophila’, un grupo de la Universidad de Linköping, en Suecia, su-giere que con los años los genes relacionados con la sexualidad van atenuando su expresión en el cerebro, donde, como todos sabemos, se cuece la regulación del impulso sexual. Para ser rigurosos debemos recordar que el estudio se ha hecho en Drosophila melanogaster, o sea la mosca del vinagre, un insecto muy sencillo que se reproduce con gran rapidez, y que se emplea como modelo para estudiar muchas cuestiones biológicas que luego se trasladan al ser humano. Porque, aunque una mosca y un hombre parezcan muy diferentes, en las cuestiones biológicas esenciales somos mucho más parecidos.

Otra observación interesante que se hace en ese estudio es que los cerebros del macho y de la hembra se parecen cada vez más con la edad: el cerebro del macho se feminiza mientras que el cerebro de la hembra se masculiniza; más precisamente, la feminización del macho es más fuerte que la masculinización de la hembra en este contexto relacionado con el interés y la cantidad de energía invertida en la práctica sexual. El resultado global de estos dos procesos es que la inversión de energía en el sexo en machos y hembras se va pareciendo cada vez más con la edad.

Los investigadores interpretan que el hecho de que las hembras cambien menos con la edad que los machos se debe quizás a que las hembras jóvenes invierten menos energía que los machos en mantener unos rasgos sexuales que aseguren su reproducción. Mientras que una mosca macho, para reproducirse, debe superar a otros machos para encontrar rápidamente hembras y animarlas a aparearse en una danza complicada y agotadora, una hembra solo necesita comprobar cuánta energía tiene disponible para la reproducción. El envejecimiento implica disponer de unos recursos limitados en ambos sexos, pero la dura competencia entre los machos significa que el costo es mayor para ellos que para las hembras, por lo que necesitan evaluar si invertir esa energía en reproducirse o en mantenerse vivos. Estudios similares en humanos apuntan a que nosotros nos comportamos igual, así que ya se pueden sacar las lecciones pertinentes.

Estas investigaciones, sin embargo, no aportan luz sobre las moléculas responsables de estos cambios de la sexualidad con la edad. Será interesante saber si algún día podremos desarrollar una especie de superviagra que, no solo facilite y sostenga una erección, sino que genere todo la maquinaria necesaria para mantener la función sexual al completo como la de un joven, empezando por el deseo.

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