Diario Córdoba

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Carolina González

EL TIRÁNGULO

Carolina González

Mujer, preparada y fiestera

Ser mujer, política, joven, guapa, preparada y feliz es casi delito. En Finlandia y en medio mundo, a juzgar por los ataques vistos en los últimos días a raíz de la juerga de Sanna Marin. La primera ministra finlandesa, de 37 años, se ha ido de fiesta con sus amigos y se ha grabado vídeos. Los que todos, en tiempos de móviles, redes sociales y voluntad de inmortalizar absolutamente todo cada minuto, nos grabamos en momentos de celebración. No piensen que Marin hacía algo extraordinario ni que lo hacía en pandemia con restricciones, como Boris Johnson. Solo cantaba, bailaba, bebía y se reía en una casa particular. Pero eso, para la oposición en su país, debe de ser algo peligroso y reprobable.

Ante las críticas, la primera ministra ha decidido someterse a un test de drogas. Niega haberlas consumido, aunque sí ha reconocido que tomó «alcohol de baja graduación». Lo que hemos hecho todos, sin demagogia de por medio, a lo largo de nuestra vida. Tomar agua con misterio y disfrutar de la compañía.

En ningún momento pensó que esos vídeos verían la luz. Fueron grabados en su ámbito privado por personas de su confianza, pero alguien, está claro, rompió ese pacto tácito que se hace cuando eres un cargo público y te sueltas la melena un rato. Apenas trascendieron, saltaron los que esperan la liebre agazapados. Pero Marin fue más rápida que ellos y les desmontó el posible bulo antes siquiera de que empezaran a insinuar nada.

Con la juerga de la primera ministra finlandesa en el candelero algunos han sacado a colación el vídeo de Mariano Rajoy bailando con su mujer en una boda en un hotel. Se movía al ritmo de Mi gran noche de Raphael. Pero lejos de escandalizar, el contoneo del entonces presidente del Gobierno enterneció, hizo sonreír y conmovió a la mayoría. Era un hombre atareado tomándose un respiro junto a su esposa en una fiesta con amigos. Nada que ver con cómo se ha percibido el gesto de la primera ministra finlandesa. Pero la realidad es que las diferencias entre ambos bailes son pocas: la edad y el tipo de música. Quizá si Marin hubiera bailado un pasodoble en vez de música electrónica habría despertado más ternura.

Si el problema no es la edad ni la música, será otra cosa. A ver si es que por el hecho de ser mujer la fiscalización de la vida privada es distinta. A ver si lo que pasa es que su actitud no es decorosa. A ver si es que la imagen que debe transmitir es la de una madre de familia con ‘saber estar’, sin sobresalir y con una vida perfecta de esas que no existen. A ver si estamos hablando de otra cosa. A ver si a final lo que resulta es que es machismo. Entonces aquí se acaba la polémica.

** Periodista

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