Diario Córdoba

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Marisol Salcedo

ESCENARIO

Marisol Salcedo

Botijos

Cuentan las crónicas familiares de mi amiga Esperanza que su abuelo Anastasio rompió un botijo en la cabeza de su hija, la madre de Esperanza, cuando era pequeña. Sin querer, por supuesto. Lo contrario habría sido una agresión en toda regla; pero no. El buen hombre estaba bebiendo con el botijo en alto y, al bajarlo, lo estrelló directamente en la cabeza de la niña, que pasaba por allí. Lo milagroso es que no le hizo más que un leve chichón, que le rebajaron utilizando un remedio casero de entonces: manteca blanca de cerdo con perejil; supongo que la primera, como pomada y el segundo, por su propiedades antiinflamatorias. También recuerdo, en casa de mi abuela paterna, un botijo sobre el poyo de la ventana abierta del cuarto de estar, que daba a la galería cubierta que circundaba al patio, en plena corriente de aire.

Me vienen a la mente éstas y más situaciones relacionadas con los botijos, mientras pongo a punto un botijo de La Rambla que acabo de comprar, le doy sus correspondientes enjuagues y remojos y lo lleno de agua para dejarlo reposar durante unas horas. Mientras espero, cualquier persona a la que pille por banda estará expuesta a tener que soportar la clase magistral que yo le imparta sobre la diferencia entre frescura y frialdad, más las demostraciones prácticas acerca de las contracciones faríngeas necesarias para cerrar las vías respiratorias cuando bebemos a chorro.

El botijo es una vasija de barro poroso, de vientre abultado -en algunos países latinoamericanos a los muy gordos y barrigudos se les califica de botijones o botijonas- con asa en la parte superior, a uno de los lados boca para llenarlo de agua, y al opuesto un pitorro para beber. Su funcionamiento es de lo más ecológico; ni hielo ni electricidad: el agua se filtra por los poros de la arcilla -los botijos pintados son puramente decorativos- y en contacto con el exterior se evapora, produciendo un enfriamiento en el interior, que puede llegar a 15º respecto a la temperatura ambiental. Este sistema de refrigeración requiere un ambiente exterior seco, que es lo característico del verano mediterráneo. Con humedad, el botijo no enfría. Mi botijo es mediano, le caben algo más de cuatro litros. Lleno como está ahora mismo, me cuesta un poco levantarlo, pero me hace ilusión beber de él en cuanto pueda, aunque de vez en cuando me ponga perdida. Y desde luego, espero que ningún niño pase por debajo mientras lo hago.

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