Opinión | Vela encendida
Bodas
El verano es tiempo propicio para celebrar bodas. Y, en 2022, se unen las ganas de fiesta, después de los años de pandemia. La mayoría de las celebraciones no son únicamente una ocasión de reunirse amistades y familia, hay muchos negocios que dependen, viven, de ellas. Peluquerías, con el añadido de pruebas de peinado, tocados, arreglos. Negocios de confección de trajes de novia (leo en este periódico un reportaje sobre pueblos de Córdoba especializados en este tipo de trajes). Grupos de música que se sacan unos ingresos tocando en la ceremonia o en bailes después de la cena. Negocios de restauración. Y más. Como ya imaginaréis, no voy a hablar de estas bodas. Lo que puede ser un motivo de alegría, de encuentro, de celebración, en otras circunstancias y lugares es todo menos fiesta.
Save the Children nos recuerda que 15 millones de niñas son obligadas a casarse cada año en todo el mundo. No sé qué sentirán las niñas vendidas en matrimonio. «Casada a los 8 años: Al menos comeré dos veces al día» (El País, 6/07/22). Recuerdo la película Osama (2003) y pienso que la resignación, el temor al hambre, ganan a otro miedo. Según una reciente investigación de Amnistía Internacional -corroborada por organizaciones nacionales e internacionales que trabajan en Afganistán, activistas locales y especialistas-, el número de matrimonios precoces y forzados en Afganistán está aumentando bajo el régimen talibán. Stephanie Sinclair, directora de Too Young to Wed, organización que trabaja sobre el matrimonio precoz y forzado, explica: «En Afganistán tenemos una tormenta perfecta para el matrimonio infantil: un gobierno patriarcal, guerra, pobreza, sequía, niñas sin escuela. Con la suma de todos estos factores ...]sabíamos que el matrimonio precoz iba a dispararse».
En estos días se cumple un año de la entrega de Afganistán a los talibán. Mujeres valientes siguen manifestándose, afrontando graves riesgos. Afganistán, fuera del aniversario, ya ha salido de la mayoría de las portadas.
Y no puedo terminar sin hablar de otros matrimonios, de conveniencia. Este verano nos ha regalado el reencuentro de Mohamed Bin Salmán con Enmanuel Macron y Joe Biden. Muy sonrientes. Solo faltaban las flores y el público echando arroz. Porque fotos había en abundancia. Reporteros Sin Fronteras nos recuerda «Casi cuatro años después del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, la reincorporación de Mohamed Bin Salmán a las relaciones internacionales se hace a costa de la verdad y de la justicia».
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