Diario Córdoba

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Miguel Aguilar

LA VIDA POR ESCRITO

Miguel Aguilar

La democracia y sus desiertos

La abstención es más común entre jóvenes, negros y latinos, y simpatizantes del Partido Demócrata

Un reciente estudio hecho en los Estados Unidos, y publicado en la revista científica ‘PLOS One’ por investigadores de las Universidades de Virginia y Brigham, muestra que la abstención es más común entre votantes jóvenes, negros y latinos, y simpatizantes del Partido Demócrata. Además, estos ciudadanos abstencionistas tienden a agruparse en barrios donde sus vecinos son también propensos a abstenerse.

Las diferencias halladas en el estudio son significativas, ya que el nivel de abstención fue hasta 18 puntos porcentuales mayor en latinos que en blancos, cinco puntos mayor en demócratas que en republicanos, y hasta 40 puntos superior en jóvenes menores de 30 años que en mayores de 60. Sobre este hecho sociológico ya se tenían noticias, pero en esta investigación se han analizado 400 millones de registros de votos reales, y las vidas personales tras esos votos, en varias elecciones, lo que hace que los resultados y las conclusiones tengan mayor fundamento científico.

La interpretación de estos resultados es aún más reveladora. En palabras del Dr. Michael Barber, coautor del trabajo, «la situación de los ciudadanos con los que convives influye de forma decisiva sobre la abstención». En los Estados Unidos, la mayor parte de la población vive segregada; las minorías conviven con otras minorías en barrios donde se acaban creando bolsas estables de abstencionismo causado por un cúmulo de circunstancias que se retroalimentan. Es lo que en el estudio denominan «desiertos de votos», áreas geográficas repartidas por todo el país, donde el nivel de abstención es significativamente superior a la media. Y es el estudio de estos desiertos de votos lo que revela las causas fundamentales del abstencionismo, relacionadas con el contexto social del votante, y que podrían sintetizarse en el típico refrán «Dios los cría y ellos se juntan».

La estabilidad en el tiempo de estos desiertos de votos, o bolsas de abstencionismo, es también reveladora, porque pone de manifiesto las profundas raíces sociales de esta actitud personal ante la participación en la vida política. Los habitantes de esos barrios suelen ser pobres, con bajo nivel educativo. Y esas dos formas de pobreza juntas hacen que el abstencionismo arraigue y pase de padres a hijos y de vecino a vecino.

En España, estudios similares realizados por investigadores como Manuel Trujillo y Braulio Gómez (La segregación electoral interurbana en España: relación entre participación y renta) y Guillem Vidal (Participación electoral y desigualdad política en España) apuntan en la misma dirección. Gran parte del abstencionismo tiene sus raíces en la pobreza.

Esa realidad subyacente a la vida democrática merece la pena tenerla en cuenta por varios motivos. Uno de ellos tiene que ver con el diseño de las campañas electorales: la movilización es mucho más difícil entre la ciudadanía que pertenece a esos grupos sociales ubicados en los desiertos de votos. En un análisis rápido, asumiendo que los jóvenes pobres son sus votantes naturales, los partidos de izquierda lo tendrían en principio más complicado. Pero hay un segundo motivo, más importante, por el que deberíamos abordar la abstención. La razón de ser de la democracia es permitir que la ciudadanía al completo esté representada en el proceso de toma de decisiones políticas. Si no se garantiza esta representación, no hay democracia real.

La cuestión ahora es encontrar los cauces para lograr un alto nivel de implicación de toda la ciudadanía en el gobierno de su ciudad y de su país. Más allá de animar con campañas de motivación cuando se acercan las elecciones y programar las votaciones en fin de semana o festivo, hay otras vías para lograr un alto nivel de participación. Una es el voto obligatorio, como se hace en países como Bélgica o Australia. Pero lo que en mi opinión sería necesario es facilitar a toda la ciudadanía un mínimo de dignidad, un cuerpo alimentado y sano, y un espíritu lo suficientemente educado y cultivado como para pensar en política.

*Profesor de la UCO

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