Opinión | La cafetera de Aspasia
Con faldas y a lo loco
Este agosto hemos vivido una de las polémicas más frívolas y añejas del verano: la reina Letizia se ha paseado en minifalda por Mallorca. Vaya...
En realidad, no es ninguna novedad que, en las mujeres, es una sentencia el modo en el que vistes. Como si todas fuésemos esa Sandy de la película de ‘Grease’ que, en cuanto deja la rebequita y se enfunda en los pantalones de cuero negro se convierte en una persona completamente distinta.
Un fenómeno que se ha dado, incluso, en mujeres de la categoría política de Angela Merkel, quien sufrió montajes acerca de este tema, con sus trajes de distintos colores. De hecho, circula por internet, hasta una especie de carta de color con numerosas fotografías de ella con chaquetas en distintos tonos, como si fuera un círculo cromático. ¿Se imaginan estos montajes con las chaquetas de Emmanuel Macron? ¿De Joe Biden? Y es que hay cierta tendencia a asociar el vestir de modo ‘masculino’ con la profesionalidad, eficacia y autoridad en el ámbito laboral. Sin embargo, tener que vestir como un hombre para ser respetada laboralmente o tomada en serio es aburrido, machista y ridículo. Nos deben juzgar a todos y todas por cómo desarrollamos nuestro trabajo, por nuestra gestión, por los resultados, por la empatía con los compañeros, por la generosidad... pero no por nuestro aspecto.
Parece que el mayor problema, en este caso, fue que la reina es mayor de cuarenta años y ‘no debería’ llevar minifalda. Mientras se habla de esto, no se habla de cómo hace su trabajo, qué aporta, cuáles son sus logros en sus responsabilidades, etcétera.
Como cuarentona entrada en años que también usa habitualmente falda, en algún momento, he escuchado este tema. Las faldas son increíblemente cómodas (más que los pantalones) para estar sentada todo el día trabajando. Se usa falda, quienes las usan porque -simplemente- nos da la gana. Es más, seguramente con veinte años, en reuniones de trabajo o ámbitos similares, hemos querido transmitir seguridad con trajes masculinos. Pero con cuarenta años te subes en tacones, en chanclas o en deportivas porque tienes la seguridad suficiente para saber quién eres, te pongas lo que te pongas.
Y si a alguien le molesta, como se decía en la célebre película de Billy Willder, pues... ‘Bueno, nadie es perfecto’.
*Artista y profesora de la Universidad de Sevilla
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