Diario Córdoba

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Ángela Labordeta

EL TRIÁNGULO

Ángela Labordeta

De los pinchazos y otros temores

Vivimos anudados a la cobardía de pensar que hacemos algo al decir no a la violencia machista

Se ha extendido la moda de pinchar con un objeto afilado el cuerpo de las mujeres. Ellas están de fiesta, tranquilas, bailando o charlando cuando sienten un pinchazo que en principio es solo eso: un pinchazo, ya que de las decenas de mujeres que han sido importunadas con esta moda nada graciosa, solo uno de los análisis realizados confirmó que con ese pinchazo a aquella mujer se le introdujo alguna sustancia tóxica. Todo un alivio que no alivia, porque una vez más se busca una forma de incomodar a la mujer, de hacer que se sienta vulnerable y tenga miedo y acabe pensando que para qué salir por la noche, de fiesta, si al pinchazo se puede sumar algo mucho más doloroso y perturbador.

De cría recuerdo que un día le dije a mi madre que no quería llevar más faldas y no es que las faldas no me gustasen, es que estaba harta de que los niños en el recreo siempre quisieran jugar a levantarnos las faldas entre sus risotadas y nuestro enfado. Era algo que se veía con absoluta normalidad y los profesores lo justificaban diciendo que era un juego inocente y sin maldad, aunque nosotras nunca le bajamos los pantalones a un chico para ver sus calzoncillos. En aquellos años de mi prehistoria y recalcitrantemente machistas se hacían y decían cosas que hoy son inimaginables, como es levantarle la falda a una niña para ver sus bragas o pintar el sexo de una mujer en un folio y pasar ese papel para que compañero tras compañero clavara un bolígrafo simulando una penetración, cosa que les excitaba. Eran otros tiempos se suele decir y es cierto, pero también lo es que la cosas no han cambiado tanto y la mujer sigue siendo diana de violencia y ataques continuados con consecuencias que van desde su muerte, pasando por el pánico o el cabreo al tener que aguantar la broma del tonto de turno que quiere ser el machito del grupo.

No nos hemos hecho mejores, acaso no peores, pero viendo hacia dónde va el mundo y cómo se trata a la mujer en tantos y tantos rincones del planeta, he de decir que vivimos anudados a la cobardía de pensar que hacemos algo al decir no a la violencia machista, al escupir nuestra rabia cuando vemos tanto sufrimiento en cuerpos como el nuestro que han sido brutalmente agredidos o sentimos el olvido al que son sometidas millones de mujeres. La rabia y la denuncia no son suficientes, porque el ambiente es cada vez más denso, e incluso atónitos asistimos a declaraciones de políticos en todo el mundo negando la violencia contra las mujeres, porque para algunos lo mejor es negar a la mujer, negarle su condición y su libertad. Por los siglos de los siglos.

* Periodista y escritora

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