Diario Córdoba

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María Olmo

LA RUEDA

María Olmo

La Policía Energética

El cuerpo de Policía Energética todavía no ha sido creado, así que el propietario del escaparate permanentemente encendido (también de día) que veo al pasar por una calle cercana a la mía probablemente no corra ningún peligro de ser multado. Y eso que ganas dan de chivarse. Pero... ¿a quién? No vamos a molestar a la Policía Local por esas minucias. Extraña que esa empresa insista en gastarse el dinero en la carísima electricidad de día y de noche, como extraña también alguna protesta del comercio si se recuerda que no hace tanto alguna tienda de Cruz Conde reclamaba mejor iluminación -el tema, por descontado, no está todavía resuelto, y se ha cruzado en el ‘caso Infraestructuras’, así que va para largo- precisamente para que su escaparate se pudiera ver de noche sin gastar en mantenerlo con las luces encendidas. Todo en este asunto del decreto es una pura confusión, y, aunque es comprensible la preocupación de la hostelería (un bar a 27 grados no invita a descansar del calor externo, al menos en Córdoba) resulta menos convincente la queja relativa a las luces de los edificios públicos y privados. A las diez de la noche ya está bien, como estaría bien que los monumentos chaparan sus preciosos focos a la una de la madrugada, y descansaran hasta el día siguiente.

Nos hemos vuelto tan delicados... Dicen que en Islandia la gente no soporta a los quejicas, pero estamos en España y aquí no hacemos otra cosa. Las calles deben tener la luz necesaria para ser seguras, y si hay que quitar adornos, pues se quitan (menos en Vigo por Navidad). La gente de a pie diría yo que lo tiene claro: hay que recortar. Por solidaridad, por precaución y por ahorro. Cualquiera lo comprende, y no necesitamos tanta tontería como estamos escuchando del Gobierno y de la deslumbrante oposición. Poniendo primero a salvo a todas esas personas que están sufriendo estos días por el calor, que viven en pisos de 50 metros y a las que se les corta el suministro eléctrico, lo demás debería ser un esfuerzo colectivo. En esto de la energía, como en lo del agua, hace falta una conciencia social muy clara: hay que recortar. Recortar cada cual en lo suyo y exigir de las administraciones eso mismo, que administren. Recortar en la ducha, en el riego, en las piscinas (todas con depuradora), en los automóviles, en el aire acondicionado (según el calor de la zona geográfica, claro), en la agricultura (sistemas ultramodernos y, si no, secano), en el secador de pelo... ¡En todo lo que se pueda! Y si miedo da la energía, pánico produce la falta de agua, que tantos millones de personas padecen. Así que, mientras se incluye a la Policía Energética en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, un poco de raciocinio y de buena voluntad no hacen daño. ¡Que no somos ricos de toda la vida!

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