Diario Córdoba

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Jose Manuel CuencaToribio

HISTORIA EN EL TIEMPO

José Manuel Cuenca Toribio

La Renfe, ¿destrozada?

Cualquiera avería o descomposición repercute de inmediato en su organigrama

Desde los comienzos del urente estío, del incendiario verano de 2022, el caos se encuentra cómoda y hegemónicamente instalado en el corazón mismo de la vida nacional, sin que, por supuesto, el crucial sistema de comunicación y transporte constituya excepción alguna. Antes al contrario, se erige por incontestables títulos en el epicentro de la insomne pesadilla. Dada la centralidad de su trazado y funcionamiento cualquiera avería o descomposición --sobre todo, si tiene como causa o escenario la capital de la nación-- repercute de inmediato en su organigrama, con alteración de su conjunto o de piezas muy capitales en su arquitectura. En la presente coyuntura la aleación de todos los factores negativos imaginables ha tenido como resultado un sistema viario a menudo colapsado o con graves deficiencias en su funcionamiento a lo largo y ancho de toda la geografía hispana.

Para mayor agravamiento de tan pesaroso panorama ha venido a coincidir con la puesta en marcha de un desmesurado programa de potenciación, con vistas, en particular, a una mayor empatía y solidaridad de las clases y estamentos populares con una Renfe alejada de sus deseos y experiencias. En realidad, un verdadero programa de democratización de nuestras líneas férreas, de metas y objetivos, en verdad, muy plausibles y hasta grandemente positivos para la cohesión profunda del país, muy urgidos, de otro lado, de ellos. En definitiva y en expresión del catalanismo pujolista se trata de «fer pays». Pero, ciertamente, antes de hacerlo, lo primero e indispensable es no destruirlo. Y ello es, justamente, lo que por desdicha ha acontecido o está sucediendo frente a nuestros estupefactos ojos.

Con motivo de las incesables y enmarañadas modificaciones entrañadas por la nueva modalidad de servicios del AVE --joya indiscutible de la Corona de su articulación y funcionamiento y orgullo en buena medida de España cara a Europa--, su andadura se muestra en los últimos meses harto renqueante y, en más de un tesitura, incluso paralizada o sumergida en el más completo caos. La desmoralización nacida de tal circunstancia ha llegado incluso a su muy competente y ejemplarmente responsabilizado personal de servicios, tanto tras las ventanillas de expendeduría de billetes como en los vagones y a pie de ellos --espléndido, maravilloso servicio Atendo--. Horizonte sombrío y acaso irreparable. Fallos «técnicos», deficiencias instrumentales pueden repararse tarde o temprano, las bajas en la moral, las heridas y agravios en los comportamientos son, por su naturaleza, más arduos de superar. Confiemos, no obstante, que el panorama se reinvierta y podamos volver a gozar del ‘bon vieux temps’ en los extensos dominios de la Renfe.

 ** Catedrático

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