Diario Córdoba

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EN EL AÑO CENTENARIO DE LA INSTITUCIÓN TERESIANA EN CÓRDOBA

Victoria Díez y Bustos de Molina

Siendo educadora en tiempos difíciles, ofrece una enseñanza que tiene rasgos transformadores

En 1922 san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresina, desea que su Obra esté presente en la ciudad andaluza de Córdoba y compra una casa en la plaza de la Concha, Nº 1, para empezar sus actividades en dicha ciudad.

A los pocos años de este evento, Victoria Díez y Bustos de Molina, miembro de la Institución Teresiana, toma posesión de su plaza de maestra de Enseñanza Primaria en Hornachuelos, pueblo perteneciente a la provincia cordobesa, a unos 50 kilómetros de la misma, en Sierra Morena. Es por lo que visitaba con frecuencia este lugar teresiano entre los años 1928 a 1936, en fines de semana y vacaciones, para encontrase con sus compañeras de vocación.

Cuando Pedro Poveda piensa la presencia de la Institución en Córdoba, a buen seguro que no se pudo imaginar que años después iba a conocerla y vivir cerca de ella en el 1935 en unos cursillos de formación en León. Y a ninguno de los dos se les ocurriría que correrían la misma suerte algún tiempo después.

Desde que reside en Hornachuelos empieza a caminar unida a la Institución Teresiana de Córdoba, por tanto, a peregrinar por la vida con aquellas grandes mujeres que han hecho posibles estos cien años que estamos celebrando.

En sus encuentros, seguramente que se preguntarían cómo se podría hacer para construir un mundo más humano, más justo y mejor, tendrían presente las particularidades que cada una vivía, para analizar la realidad de las circunstancias que les rodeaban, procurando llevar a cabo lo que hoy llamamos «una Iglesia en salida».

El quehacer diario, con sus luces y sombras, alegrías y sufrimientos, procurando tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, la llevaba a tratar a cada persona como era, teniendo el corazón abierto para acoger todas las necesidades, no solo de sus alumnas y familias, sino a toda la sociedad de Hornachuelos que se relacionaba con ella.

Siendo educadora en tiempos difíciles, ofrece una educación que tiene rasgos transformadores. La pedagogía que utiliza se basa en los principios de la Escuela nueva, cuyo planteamiento busca un nuevo tipo de persona y de sociedad, siguiendo las huellas de Pedro Poveda, reconocido por la Unesco en 1974, como «pedagogo y humanista eminente».

En esta educación transformadora que lleva a la práctica: pone a la persona como centro del proceso educativo, el tema social está íntimamente relacionado con su acción pedagógica (como afirma su compañero Francisco Camacho: «no había pobre que se le acercara que ella no le atendiera con largueza»), las estrategias y su metodología son activas, participativas, y personalizadoras, fomenta el pensamiento crítico y la creatividad en las niñas y en la clase de adultas, con su propio testimonio.

Podríamos decir, por tantas personas que la trataron que cumplía lo que Pedro Poveda decía: «...dadme una vocación y yo os devolveré una escuela, un método y una pedagogía». Así se manifestó, en su momento el pueblo de Hornachuelos: «Victoria era maestra de cuerpo entero».

En el patio cordobés y señorial de esta casa solariega en la que con tanta gratitud celebramos su centenario y donde se recogen tres culturas: romana, árabe y mudéjar, Victoria se despidió al terminar el curso de 1936, de Pepita Moyano (Doña Pepita, como la llamaban los maestros cuando era inspectora), y ella contaba este encuentro como una verdadera despedida, poque Victoria no se quedó en Córdoba, sino que volvía a Hornachuelos para correr la suerte de su pueblo. Las dos sabían que eran tiempos muy recios los que se vivían en aquellos momentos y por eso quiso estar al lado de su gente, y seguir sus compromisos de vida con Dios y con su gente.

Cuando se presentó el momento, con una fortaleza y un coraje de juventud, siendo fiel hasta el final, fue mártir por la fe en ‘La Mina del Rincón Alto’ de Hornachuelos al amanecer del 12 de agosto de 1936.

Desde 1966, sus restos descansan en la cripta de estilo romano-árabe, queriendo imitar a las catacumbas de los primeros cristianos y que D. Rafael de la Hoz construyó para tal fin, en una remodelación de la Sede de la Institución Teresiana en Córdoba en 1963.

La Iglesia Universal nos la propone como guía en nuestro caminar, beatificándola el 10 de octubre de 1993, y celebrando su fiesta el 12 de agosto.

* Institución Teresiana de Córdoba

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