Opinión | EL ALEGATO
El respeto no es anacrónico
Sin duda es esta una opinión que me permito verter desde una perspectiva personal, más bien caduca como corresponde a mi edad y muy posiblemente distorsionada por la educación recibida.
Hace unos días una chica me telefoneó ofertándome unos cursos formativos sobre prevención de acoso laboral, según ella, «a coste cero», añadiendo que las sanciones por incumplimiento de la normativa, -que dudo supiese cuál es--, eran millonarias.
Hasta ahí todo casi normal. Estrategia de venta con su verdad a medias respecto al coste. Luego, una vez conseguida la firma, ya se aclarará que el coste cero era a cargo de los créditos formativos de los que la empresa dispone.
Cuando intento rebatir a mi interlocutora alguna de sus afirmaciones, explicándole que en el caso de empresas con un número reducido de trabajadores basta con un protocolo de actuación, por supuesto hablándole de usted, esta joven, -que por el sonido de fondo se hallaba «teletrabajando» desde un restaurante o es que la cocina del mismo funciona también como call-center-, me responde con la frase «cielo, me parece que estás equivocada».
Como no estaba dispuesta a perder más mi tiempo hablando con alguien que me estaba demostrando no solo no estar formada para vender formación, curiosa paradoja, sino no estar tampoco educada para distinguir una situación de «amiguis de perreo», con la seriedad de un negocio y el respeto debido a un cliente, simplemente le respondí que no recordaba cuando habíamos comido juntas y que me disculpase pero tenía que colgarle. Estoy convencida que no le dio el alcance demostrado para entender lo de mi laguna mental.
La única culpa de la anónima protagonista de esta historia ha sido creer a aquellos que desde niña le inculcaron que el tuteo era lo aceptable en cualquier caso y situación. La de haber asumido el mensaje político que nadie es más que nadie y que tratar con cortesía a tus mayores, a tus maestros, a tus jefes y superiores es propio de un régimen dictatorial o autoritario.
El politólogo estadounidense Francis Fukuyama, defensor a ultranza del modelo democrático liberal, afirma que todos queremos ser reconocidos como iguales y nos enojamos mucho si se nos considera inferiores a otros, pero eso pronto se traduce en una demanda para ser reconocido como especial o incluso mejor. ¡Ahí se esconde la semilla de los peligrosos populismos!
* Abogada laboralista
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