Opinión | EL TRIÁNGULO
Pinchazos para todos
Ahora son los pinchazos. A la burundanga y al seguimiento hasta casa desde la discoteca o la violación grupal se suma una nueva vuelta de tuerca para la sumisión de la mujer. Afortunadamente, cada vez veo a tantos hombres como mujeres preocupados por estos comportamientos. Escucho las mismas críticas. El mismo enfado. Idéntica indignación.
Y en esto no vale enfrentarnos. Suele ser habitual, por instintivo imagino, confrontar géneros. Generalizar comportamientos como si todos fueran iguales o todas nos pareciéramos. Me da rabia que se hayan extendido ciertas críticas hacia el género masculino porque, sinceramente, me siento más cerca de algunos pensamientos de hombres que de mujeres. En otras ocasiones sucede al revés. Hay tantas opiniones, posturas y argumentos como personas, independientemente de lo que tengan entre las piernas. Eso también es igualdad.
El progreso pasa por luchar contra lo que resulta injusto, lo diga quien lo diga y lo haga quien lo haga. Por eso me parece tan importante compartir empresas trascendentales que nos van a mejorar como sociedad. Las guerras se combaten con ejércitos compuestos por los mejores soldados y se ganan con la unión de todos los rangos. Si cada uno va por su lado, no avanza nadie.
Pese a la tristeza que me produce la nueva técnica de la inyección para adormecer a mujeres en discotecas y fiestas con el fin de abusar, robarles o violarlas, siento cierto alivio al comprobar la ola de inquietud y furia que despierta. Porque los hombres también tienen hermanas, mujeres, hijas, sobrinas y amigas a las que querer y proteger. Como nosotras cuando nos llamamos o nos mandamos un mensaje para decir que hemos llegado bien a casa. Todos tenemos el mismo objetivo. No perdamos energía donde no hace falta. No inventemos molinos. A ellos todavía debe resultarles más frustrante saber que un congénere suyo es capaz de cometer semejante aberración. No lo entienden, ni mucho menos lo comparten y lo denuncian con todas sus fuerzas. Permanecerán alerta en bares, por la noche, atentos a su alrededor, no me cabe duda. Muchos me lo han dicho estos días. Porque los delincuentes sí deberían ser un colectivo al que atacar. A esa tarea nos deberíamos dedicar. Los frentismos me aburren. A ver si de una vez por todas nos dejamos de tonterías --tontadas que diríamos en Aragón-- y nos centramos en lo importante. Ahora mismo, perseguir a los que intentan someter a mujeres cuando salen y nos obligan, una vez más, a andar con más precaución que ganas de fiesta. Que, como dice el refrán, cuatro ojos ven más que dos.
*Periodista
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