Diario Córdoba

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Jose María de Loma

El abrecartas

Antaño, cuando entrabas en algún despacho no faltaba un objeto en la mesa: el abrecartas. Ya se tratara del despacho de un policía, un director de periódico, un concejal, un juez, un notario o un jefe de recursos humanos. Incluso si se trataba de la mesa de un modesto oficinista. El abrecartas, plateado o no, elegante o chusco, asemejando un puñal o en forma de tridente, estaba ahí. Junto a la grapadora, el lápiz, los bolígrafos, los folios y demás objetos de escritorio y oficina. El abrecartas no ha muerto pero se ha exiliado o ha sido reconvertido en objeto de adorno. Vamos muy rápidos en la vida y los quehaceres como para tener añoranza del abrecartas. Hay quien no se acuerda ni de un pariente que murió hace poco, como para acordarse de un abrecartas.

Coger un sobre, demorarse fantaseando con qué habría dentro, examinarlo, agarrar, blandir, tomar el abrecartas y practicar una incisión precisa para poder abrir la carta era un ejercicio que paraba durante unos segundos el tiempo y la prisa. Aunque nos albergara la impaciencia o la curiosidad. El contenido podría ser una declaración de amor, un impuesto, un susto de Hacienda, una multa o un folleto de publicidad de unos mazapanes o una lámpara. Casi todo merecía el mismo destino: la papelera.

Papeleras sigue habiendo en las oficinas y despachos. Nos dijeron que ya no manejaríamos papeles pero a algún sitio hay que tirar el vaso de cartón del café, los currículos, la cartonería de los paquetes que llegan por mensajería o los post it. Llega a este punto de la columna el articulista reparando en que quizás el post it podría ser el protagonista de este texto, un texto que podría acabar en la papelera y no publicarse. O publicarse y una vez impreso y leído ir a esa papelera que es el infierno del documento. Los documentos buenos van al notario y los documentos malos van a la papelera. Todo el mundo escribe sobre los post it pero nadie escribe sobre los post it. El primer sobre significa encima y el segundo sobre significa acerca. Viene todo esto a cuento por un abrecartas que ha aparecido en un cajón remolón. Perteneció a un pariente. Está afilado y parece un puñal florentino. Como si yo supiera cómo son los puñales florentinos. No tengo cartas que abrir.

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