Diario Córdoba

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Jose Manuel CuencaToribio

historia en el tiempo

José Manuel Cuenca Toribio

Un centenario para el recuerdo

Cien años de la muerte de un gran español, José Ortega Munilla

En la próxima otoñada se cumplirá el I Centenario de la muerte de un gran español: D. José Ortega Munilla (1856-1922), progenitor del mundialmente más famoso pensador hispano de la centuria pasada, prosista de muy variados registros y director del diario quizás con mayor ascendiente político, social y cultural a lo largo de su recorrido por los decenios finales y las décadas iniciales del siglo XX: El Imparcial.

Vinculados por numerosos y estrechos lazos con el solar andaluz, «los Ortega» -en denominación del más acreditado biógrafo de la familia, José Ortega Spottorno hijo del autor de ‘El hombre y la gente’ y promotor principal del diario El País- no han tenido casi en ninguna faceta de la región más extensa y poblada de España el eco y la influencia al que todo semejaba conspirar. Así, el padre del descollante periodista ahora glosado guardó lazos de íntima relación con uno de los políticos sureños más polémicos en su tiempo y digno, por múltiples razones, de un estudio de paralaje y ambición aún no acometido: el conde de San Luis. En el mismo orden de cosas, la esposa de Ortega y Munilla y madre del intelectual más influyente del Novecientos hispano tuvo muy profundas raíces pontanenses, muriendo también en el bello pueblo cordobés en las postrimerías de la guerra civil; y, finalmente, en aras de la brevedad, el mismo D. José se educó por decisión de su padre en el malagueño colegio de El Palo, regido por los Jesuitas y donde el escritor quizás más alquitarado del siglo XX español perdió el sentimiento religioso que en modo muy peraltado caracterizara a su familia.

No en balde D. José Ortega Munilla experimentó muy tempranamente en los días de ‘La Gloriosa’ la llamada de la fe, que le impulsaría en plena adolescencia a ingresar en los seminarios diocesanos de Gerona y Cuenca, que abandonaría antes de recibir el presbiterado, sin que ello significara la renuncia a un credo religioso que informaría su conducta privada y pública hasta el mismo momento de su tránsito. Tan importante parámetro lo incardina ‘prima facies’ en la cosmovisión conservadora tan potente aún en la vida española en el periodo finisecular, no obstante el arrollador avance experimentado en el cruce del Ochocientos al Novecientos por la cultura de cimientos progresistas. Empero, justamente, sería uno de los más poderosos elementos de tal hechoel prestigio y el relieve descollantes adquiridos por El Imparcial, intelectual colectivo de buena parte de la sociedad hispana de finales de la Regencia de M.ª Cristina e inicios del reinado de su hijo Alfonso XIII (1902-31). La inteligencia, el esfuerzo y el talante de Ortega y Munilla que en el veintenio inaugural de la centuria pasada dirigiera dicho diario hizo que gozara de una autoridad respetada incluso por sus rivales, no escasos ni desmañados. Si bien inclinado sin veladuras a favor de las corrientes modernizadoras de la existencia nacional, las fuentes de información de El Imparcial eran de ordinario numerosas y contrastadas, al tiempo que su cuadro de redactores prestaba, por ejemplo y decisión de su director -autor de ‘Idilio lúgubre’ o ‘La señorita de Cisniega’, entre otras no pocas narraciones novelísticas, hermosos cuentos y libros de viaje de muy alto gálibo- atención muy especial al lenguaje ponderado y, sobre todo, rico y culto que el dieron como resultado que el diario madrileño se erigiera en todo momento en adalid entusiasta de la prosa alquitarada que distinguiese a su admirado D. Juan Valera. Por él sintiera una devoción literaria expresada a través de todos los medios y correspondida por el autor de ‘Juanita La Larga’, que respondería a Ortega Munilla en su discurso de ingreso en la RAE, con las alabanzas más subidas por su escritura nacarada y posiciones políticas de templado y digno liberalismo.

* Catedrático

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