Diario Córdoba

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Editorial

Los avisos del calor y el fuego

La emergencia climática ya está entre nosotros, si no actuamos con urgencia sus efectos serán más graves

Hace un año, el informe que publicó el grupo de trabajo del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), dejaba a las claras que el aumento del calentamiento global provoca fenómenos extremos «sin precedentes en magnitud o frecuencia» y anunciaba que cada medio grado de superación de la temperatura media de la época preindustrial «incrementa la intensidad y la proliferación de olas de calor, inundaciones y sequías». No se trata de fenómenos aislados sino de reiterados sucesos climáticos, provocados por las emisiones de CO2 y por el agujero en la capa de ozono, que ya destacan por su duración, su mortalidad y su extensión planetaria. Se calcula que la temperatura del planeta en 2021 ya estaba en 1,1º por encima de los valores de referencia y según el reciente informe de la Organización Mundial de Meteorología (OMM) el mundo podría superar los 1,5º en el periodo que se establece entre 2022 y 2026. Para la OMM, existe un 50% de posibilidades que eso ocurra. Recordemos que el Acuerdo de París contra el Cambio Climático preveía este límite extremo para el 2100, mientras que el IPCC había pronosticado que el linde dramático de los 1,5º se superaría sin remedio en 2040.

En resumen, la emergencia climática ya no es una posibilidad de futuro o un aviso para navegantes a largo plazo. Ya está instalada entre nosotros, en nuestro entorno más inmediato, en la Europa continental y también en las Islas Británicas, en el frágil hábitat del Mediterráneo y, con afectaciones distintas, en muchos más puntos del planeta. La intensificación de un clima extremo no solo conlleva los efectos inmediatos que ahora padecemos, sino que provoca una problemática múltiple que incluye desertización, sequía permanente, pérdida de la biodiversidad, migraciones ambientales, elevación del nivel de mar, inundaciones catastróficas y otros fenómenos no solo meteorológicos y ambientales, sino también económicos y sociales. En el caso de nuestro país, no solo es preocupante la ola de calor que ahora padecemos y que ya padecimos en junio, sino la persistencia de una temperatura muy superior a la media de los últimos años. Según la OMM, además, en el próximo quinquenio se superarán las cifras de los años más cálidos, en una espiral en la que aumenta la sensación de emergencia a causa del estrés hídrico, de la expansión del anticiclón de las Azores y del progresivo aumento de la masa forestal en detrimento de la superficie destinada a la agricultura. Todo ello se junta para provocar los incendios que ahora mismo sufrimos. A estas alturas, ya han arrasado en España una superficie que cuadruplica la media anual de la que se había quemado en estas mismas fechas en el periodo comprendido entre 2006 y 2021. Los incendios sin control en Extremadura o Galicia, el pavoroso panorama del Bages quemando, se unen a otras situaciones críticas en el resto del continente, desde Portugal a Grecia, con el agravante de unas temperaturas tórridas que no parece que vayan a mitigar y con las quejas habituales sobre la falta de una gestión integral del territorio que podría atenuar el peligro. Las previsiones de conseguir el desiderátum de cero emisiones de gases de efecto invernadero para 2050, condición sine qua non para evitar el aumento de la temperatura por encima de los límites de no retorno a finales de siglo, ya no son una posibilidad sino una necesidad urgente del planeta. Vivíamos avisados. Ahora, inmersos en una crisis de características globales, debemos actuar por una cuestión de estricta supervivencia.

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