Diario Córdoba

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Carolina González

el triángulo

Carolina González

La gente, esa gente

Últimamente oigo mucho eso de que la gente no habla de eso o aquello. Que a la gente no le interesan las horas y horas de debate que retransmiten las televisiones, por ejemplo, durante el Debate de la Nación. Que a la gente no le incumbe si ha existido una campaña orquestada e interesada para destruir a Podemos. Que a la gente no le preocupan las cloacas del Estado o la crisis que llegará en otoño. Que la gente lo que quiere es disfrutar de la piscina, de la playa, de las vacaciones. La gente. Esa gente.

No sé a quién se refieren con «la gente». Quizá a todo su círculo de amistades y familiares extrapolado al resto de españoles. A lo mejor a su entorno laboral o vecinos, con los que mantienen conversaciones de temas trascendentes de una forma intrascendente. En el café. En el ascensor. No sé.

Probablemente los que dicen saber lo que quiere o no «la gente», tengan algo de razón. O no. Quién sabe. Conozco a mucha de esa gente a la que sí le inquieta todo lo que está pasando. No solo llegar a fin de mes con más estrecheces, que le suba la hipoteca y le escueza cada vez más echar gasolina, sino también sentir el deterioro de las instituciones democráticas que es lo que hace funcionar un país.

Aquellos que afirman sin ruborizarse que lo que sucede en el Congreso solo le importa a cuatro gatos me indignan. Me molestan. Me enfadan. Porque lo que ocurre en ese hemiciclo tan denostado hoy por algunos es lo que sienta las bases de una mejor o peor sociedad. Es lo que facilita la vida a miles de ciudadanos, refuerza sus derechos y les ayuda a sobrellevar esta inflación desatada. Es donde se debaten leyes de género, subvenciones al transporte público, nuevos impuestos a las eléctricas y a los bancos o medidas sociales para los jóvenes. Es donde un Gobierno demuestra si es de izquierdas o está con el Ibex 35. Es donde, más allá del gallinero ensordecedor en el que a veces se convierte, reside el poder legislativo. Es donde el ejecutivo se pone el traje de gala, aunque a veces solo sea por interés. Sinceramente creo que «la gente» es consciente de todo ello.

Otra cosa es que por su propia comodidad y supervivencia diaria decida abstraerse de esa insoportable macrorrealidad para meterse en su lógica y entendible microrrealidad. Cada quién sabe cuándo y cómo diseñarse su burbuja, pero no olvidemos que además de padres, madres, hijos o nietos somos ciudadanos con una responsabilidad. A ver si nos vamos a mirar tanto el ombligo doméstico que vamos a olvidarnos de que en nuestra comunidad de vecinos hay 47 millones de hogares. A ver si cuando queramos levantar la cabeza nos va a sorprender y disgustar tanto que de verdad solo queramos ya quedarnos en casa.

* Periodista

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