Diario Córdoba

Diario Córdoba

Gaspar Rul-Lán Buades

TRIBUNA ABIERTA

Gaspar Rul-Lán Buades

Robar para comer no es pecado

Los emigrantes africanos solo piden poder comer las migajas que caen de las mesas bien provistas

Santo Tomas de Aquino en su Suma Teológica (2.2 q66 a.7) es muy claro sobre esta cuestión. Al contestar a la pregunta «Si es lícito al hombre robar en estado de necesidad» y las respuestas del santo de Aquino son radicales. Ahí van algunas de sus afirmaciones que pueden escandalizar a más de uno. «En caso de necesidad todas las cosas son comunes, y por tanto no constituyen pecado el que uno tome una cosa de otro, porque la necesidad lo hace común... Pues Dios ha hecho todas las cosas de este mundo para todos los hombres, para que todos ellos puedan satisfacer sus necesidades. Y aunque el derecho de propiedad es verdadero, este cede ante otro derecho anterior que tienen todos los hombres a remediar sus necesidades, por tanto en caso de necesidad extrema todas las cosas son comunes, también del necesitado que al aparentemente ‘roba’ no hace otra cosa que coger parte de lo que Dios también creó para él, no ‘roba’ propiamente hablando». Y continua diciendo «Lo que es de derecho humano no puede derogar el derecho natural o el derecho divino. Ahora bien según la divina Providencia, las cosas inferiores están ordenadas a la satisfacción de las necesidades del hombre. Por consiguiente, su división y apropiación que proceden del derecho humano, no ha de impedir que con estas mismas cosas se atienda a las necesidades humanas»... Por esta razón, usando las palabras de San Ambrosio, el Aquinas dice: «de los hambrientos es el pan que tú tienes de sobra; la ropa que tu almacenas; y es de la reclamación y liberación de los desgraciados el dinero que tu escondes en la tierra» (o, nosotros diríamos, en los paraísos fiscales).

Estas reflexiones, que a más de uno le parecerán escandalosas y subversivas me vienen a la memoria al leer en la prensa y ver en TV la terrible tragedia del último intento de asalto a la frontera de Melilla de cientos de jóvenes subsaharianos, que se ha cobrado la vida de 25 y herido a más de un centenar de ellos que huyendo del hambre y quizás del peligro para sus vidas en países extremadamente pobres y peligrosos con sus permanente guerras y ataques terrorista, y cuyo único «crimen» era intentar cubrir sus necesidades básicas de comida, ropa y quizás un trabajo que les permitiese vivir con dignidad y ayudar con sus remesas a sus familiares que quedaron atrás. Y ¿cuál ha sido la reacción de la católica España y la liberal y cristiana Europa? Se ha olvidado, como se olvida y ahora como siempre que se habla del «terrible peligro de la inmigración» que la causa de estos éxodos humanos es el egoísmo de estos mismos países que ahora los critican. Son ellos mismos los que en 1884-1885 en la Conferencia de Berlín trocearon como un pastel el continente de África y se lo repartieron entre ellos para poder esclavizar a los africanos y poderles, como dijo un líder africano: «robarles no solo los materias primas sino su misma alma, hasta hacerles sentirse como negros , inferiores a los explotadores blancos». Y si en el pasado sometieron a los países africanos por las armas militares, ahora los someten con las armas del capitalismo, saqueando su riquezas naturales e hipócritamente diciendo que fomentan el desarrollo de aquel continente con «limosnas de ayuda al desarrollo» mientras los países que se desarrollaron gracias al espolio de aquellos países africanos, solo les ayuda a desarrollarse hasta el nivel de consumo, para que puedan comprar los bienes que les llegan de los países ricos, pero no hasta el nivel de producción creando empresas que puedan producir bienes y servicios que puedan competir con los bienes y servicios de los países ricos, por ejemplo, se puede ayudar a aumentar la producción de cacao en un determinado país africano, que se exportará a los fabricantes de chocolate de Europa, que luego lo venderá en África como producto terminado al mismo país que le proporcionó la materia prima; ni ninguna empresa automovilística ayudará a ningún país africano a desarrollar su propia industria de automóviles que un día pueda competir con las industrias europeas del mismo ramo. La única solución definitiva al problema de la emigración no son las barreras fronterizas con ganchos y cuchillas y el aumento del número y sofisticación de los cuerpos aduaneros, sino la educación de la sociedad que ayude a erradicar los movimientos radicales causantes de la inseguridad humana, y la creación de una sólida estructura industrial que pueda competir con las poderos industrias de los países ricos.

Los emigrantes africanos, y de otras ex colonias europeas, solo piden poder comer las migajas que caen de las mesas bien provistas de frutos tropicales de las excolonias europeas; solo piden de que se les devuelva algo de lo que era suyo.

Compartir el artículo

stats