Diario Córdoba

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Carmelo Casaño

LA RAZÓN MANDA

Carmelo Casaño

El desfile del orgullo gay

En un principio supusimos que aparecerían las personalidades más universales del auténtico orgullo

Tras dos años sin celebración por causa de la pandemia, retornará a las calles de Madrid la fiesta del orgullo gay, con banderas del arco iris desplegadas al viento y, si siguen el modelo de los festejos anteriores, un desfile vulgar, sin calidad artística, en el que participan un número creciente de miembros, autóctonos y foráneos, pertenecientes a los colectivos LGTBI.

La próxima marcha madrileña, que cierra una semana de festejos, este año está programada para el segundo sábado de julio y nos ha traído a la memoria la circunstancia de que, desde los primeros pasos de nuestra democracia -cuando por fin dejaron de aplicarle a los homosexuales la represiva ley de vagos y maleantes-, hemos presenciado, varias veces, el madrileño desfile televisado. Pero, dicho evento, siempre nos ha producido cierta perplejidad, debida a que, desde el principio, supusimos -y nos equivocamos- que la marcha del orgullo gay se concretaría con carrozas estéticamente sobresalientes, donde, en años sucesivos, irían apareciendo personajes del grupo muy destacados en el devenir de la historia para, de esa manera, fundamentar la arrogancia que conlleva la festiva conmemoración.

Imaginábamos que, en la nutrida comitiva, se irían ofreciendo, sucesivamente, homenajes a Sócrates, Platón, Safo de Lesbos, Antinoo, Publio Elio Adriano, Miguel Ángel, Leonardo, Giordano Bruno, Lord Byron, Walt Whitman, Oscar Wilde, Marcel Proust, Virginia Woolf, García Lorca, Simone de Beauvoir, Truman Capote, Jacinto Benavente, Marlene Dietrich, Lucino Visconti, André Gide, Thomas Mann, Frida Kahalo, Vicente Aleixandre, Greta Garbo, Pier Paolo Pasolini, Tenesse Williams, Luís Cernuda, Rock Hudson, Chabuca Granda, James Dean, Rudolf Nurejev, Antonio Ruiz Soler, Alan Turing y un etcétera interminable de las personalidades más universales del auténtico orgullo.

Es más, pensamos que si, por razones económicas, no se podía efectuar una cabalgata de categoría, los actuales representantes del colectivo deberían mostrarse, al menos, con el estilismo rimbombante que usan los Dry Queen, anualmente, en las islas Canarias. Pero, por el contrario, hemos presenciado cómo la fiesta se empobrecía hasta el extremo de que, en el último desfile antes del covid, vimos, subidos en una camionetilla sin exornar, a media docena de individuos maduros y gordinflones, vestidos con un mínimo taparrabos rojo que, de vez en cuando, se morreaban teatralmente, ofreciendo la altivez gay en su versión más hortera y descuidada.

A lo antecedente, se suele contra argumentar, que las celebraciones populares, con mucha bulla y tonalidades populistas, nunca tienen gran calidad estética pues surgen a la buena de Dios, con poco orden y concierto y, sin embargo, no pierden atractivo ni poder de convocatoria. Nos indican, para convencernos, que reparemos por ejemplo, en la singular tomatina de Albuñol que, en ocasiones, ha sido protagonizada por gentes venidas expresamente desde Filipinas. Bueno, una tesis que respetamos pero que no compartimos, pues nos resulta imposible borrar del recuerdo algunas romerías con carrozas bien adornadas: las escasas batallas de flores, algo demodé, que van quedando; y, sobre todo, las abundantes cabalgatas de los Reyes Magos que, en muchos casos, son tan populares como artesanas.

De cualquier forma, y quizás porque somos tan antiguos como Matusalén, si la festiva marcha gay se sigue celebrando en Madrid -lo comprobaremos en la pequeña pantalla dentro de unos días- con la baja calidad estética de los últimos años, entonces, en su lugar, sintonizaremos la segunda cadena de TVE, para ver a los ositos panda comiendo bambú, a los feroces caimanes del paleoceno abriendo las fauces descomunales y al quebrantahuesos celebrando su parada nupcial.

O, ahora que me acuerdo, mejor todavía, pondremos algún video de Les Luthiers que son, para nuestro gusto, la estrella polar del humorismo hispano que tan necesario es en este tiempo de falsificaciones a porrillo, cielos nublados, incesante contaminación, talleres para todo y crisis tan perdurables como «el rayo que no cesa».

* Escritor

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