Diario Córdoba

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Lola Alonso del Pozo

TRIBUNA ABIERTA

Lola Alonso del Pozo

La sabiduría del bosque

Los bosques han evolucionado de tal manera que han aprendido unos de otros

He descubierto un libro que, aún siendo principalmente de investigación, también nos trae un relato de alguien que narra y rememora un aspecto fundamental de su vida en la provincia más occidental de Canadá, la Columbia Británica. Esta zona se distingue por sus imponentes y magníficos bosques entre el Pacífico y una selva tropical templada, y por sus llanuras, depresiones, cadenas de montañas…

Se trata de ‘En busca del árbol madre, Descubre la sabiduría del bosque’ (Editorial Paidós), de la científica Suzanne Simard, experta en ecología forestal y profesora de la universidad de dicha provincia.

En su tratado, con un estilo accesible a los profanos en la materia, nos hechiza con la vida secreta de los árboles y nos descubre un hecho asombroso: los árboles, los bosques han evolucionado durante cientos de años de tal manera que han aprendido unos de otros y se han ido adaptando en sus comportamientos por algo sorprendente, singular e insólito, reconocen a sus vecinos.

Es decir, se comportan como seres sociales, capaces de cooperar entre sí mediante redes de comunicación, con las que reconocen tanto la vitalidad de la colectividad como su vulnerabilidad. Nos revela la autora que son capaces de mantener en el tiempo una red de vida subterránea e incluso que pueden tomar decisiones sobre su futuro al advertir los peligros y percibir las amenazas que les acechan, llegando a cooperar entre sí de una manera ciertamente compleja.

De todo lo anterior, que es indudablemente sorprendente, lo que más me ha impactado ha sido la existencia de las madres-árbol que ejercen y desarrollan fuerzas potentes aunque misteriosas desde el centro mismo de los bosques. Estas madres-árbol, que dan nombre al tratado, establecen conexiones entre los individuos y sostienen a los elementos arbóreos que habitan la espesura. O sea crean lazos para la supervivencia de la especie. ¿No es esto una señal de inteligencia, de búsqueda de lo perdurable?

Creo que hago como todos ante ciertos hallazgos o novedades de toda índole y exploro en mis experiencias vitales y recuerdos para establecer una trabazón con mi nuevo aprendizaje.

En el caso de la vida secreta de los bosques, que me ha zarandeado, he recordado, y ustedes también lo harán si conocen la novela de ‘El Señor de los Anillos’, cómo el bosque de Fangorn es un refugio para los seres Ents, esos seres que se caracterizan por no ser criaturas precipitadas sino que se toman su tiempo para decidir mediante el consenso. Y lo he recordado porque pareciera que J.R.R. Tolkien hubiese conocido las investigaciones de Suzanne Simard y las hubiese volcado en su obra: árboles cuidadores con sentido de lo comunitario y protectores.

También he encontrado árboles parlantes y reflexivos en canciones y modos de folclore y en cuentos y leyendas de distintas culturas, incluso en narraciones oníricas, por lo que deduzco que no nos resultan totalmente extraños los comportamientos que las pesquisas y experimentos de nuestra investigadora ha sacado a la luz.

La naturaleza no deja de sorprendernos y de mostrarnos que merece la pena el valor de lo comunitario. Ahora que la interacción social parece que ha perdido su brillo y su necesidad, las madre-árbol de Suzanne Simard - no olviden su nombre porque quizás haya que volver pronto a ella-, nos conciencian en esas redes misteriosas para cuidarnos y cuidar de las cosas que nos importan, sean personales o colectivas, públicas o privadas. Porque, amigas y amigos, este viaje es largo y no concluye con nosotros, no. La naturaleza, en este caso los árboles, los bosques nos acompañan y nos orientan.

Les hago una confidencia como otras veces. Afirma Marcel Proust que el hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma. En mi caso, ‘En busca del árbol madre’ ha supuesto un revulsivo.

* Docente jubilada

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