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Los incendios del futuro

La primera ola de fuegos forestales del año responde a un nuevo contexto climático ante el que hay que repensar las estrategias antiincendios

Incendio forestal en Sierra Bermeja hace unos días. AGENCIAS

Esta semana se ha producido en España, y también en Córdoba sin ir más lejos, un adelanto de lo que se teme que pueda llegar a suceder durante el largo y tórrido verano que nos espera, y solo un atisbo de lo que pueden llegar a ser, en un futuro que ya está aquí, los incendios forestales en la nueva realidad climática. En un ambiente seco y en plena ola de calor se han activado fuegos dispersos por el territorio de manera simultánea, una circunstancia que complica notablemente su control y extinción. En la primera ola de incendios de este año influyen causas crónicas que forman parte de la emergencia ambiental que estamos viviendo aunque no sean consecuencia directa del calentamiento global, como el despoblamiento progresivo y constante en los entornos rurales, la sustitución de cultivos y pastos por una masa forestal continua y el abandono de la explotación y gestión sostenible de estos bosques. Pero en lo que sí hay una relación directa e inmediata es entre los fuegos, la reducción de la pluviosidad durante lo que va de año y la intensa ola de calor que sufrimos y que nunca había llegado a tan altas temperaturas en esta época del año, con el verano aún por estrenar. Si sumamos a ello fenómenos naturales típicamente estivales como las tormentas secas, con aparato eléctrico y vientos cambiantes (hasta ahora, las hipótesis más fiables de los incendios que se han ido sucediendo en España corresponden a rayos), estamos ante una situación que se podría calificar como «extrema».

El más llamativo de los siniestros a causa del fuego ha tenido lugar, precisamente, en la comunidad andaluza, en Sierra Bermeja, en la provincia de Málaga, en donde las llamas han dejado al menos 3.500 hectáreas arrasadas. Un paraje ya castigado el pasado año. En la provincia, también la ola de calor atípica para este mes ha provocado sus dos primeros focos en las últimas con los fuegos declarados en Pozoblanco y Peñarroya. Por ello, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha pintado de rojo el mapa de riesgo de de incendio para estas jornadas, declarando el ‘nivel extremo’ en toda la provincia. Mismo panorama que en el resto de Andalucía, a excepción de unas zonas de la costa, y que se extiende por toda la Península, dejando en tonos azules y verdes a parte de la cornisa cantábrica, Galicia y algunas zonas de la Comunidad Valenciana. Los profesionales del Infoca aluden a la ‘regla del 30’ a la hora de evaluar el riesgo de incendios. Así, la situación es de máximo riesgo cuando coinciden temperaturas superiores a 30 grados, una humedad relativa inferior al 30% y vientos de más de 30 kilómetros por hora. En el caso de Córdoba, la previsión de la Aemet apunta al cumplimiento de dos de estas condiciones: con máximas en torno a 40º en toda la provincia, llegando a los 42º en la campiña cordobesa; y una humedad de entre el 13 y el 25 por ciento, según los puntos de la provincia.

Con la temporada apenas iniciada, es una buena noticia que se haya asumido con normalidad y sin ruido la intervención de las dotaciones de las que dispone el Infoca. Es de temer que vuelva a ser necesaria, igual que potencialmente la colaboración cuando así sea necesario con otras fuerzas como la propia Unidad de Emergencia Militar del Ejército (UME), como en veranos anteriores hemos visto desarrollarse con eficacia en el resultado, y sería de agradecer no repetir las polémicas oportunistas de otros años. Sobre todo ante la realidad de la insuficiencia de los medios y personal, al menos en los casos en que haya simultaneidad de incendios, que queda en evidencia al haberse tenido que recurrir (sin que haya sido suficiente) a la llamada fase M2, en la que deben acudir a los parques de bomberos todos los efectivos. Durante los dos o tres próximos meses los responsables de la lucha contra el fuego lamentablemente se encontrarán con situaciones en las que establecer un orden de prioridades no siempre difícil de explicar, y deberán reclamar una vez más la colaboración y responsabilidad de los ciudadanos. Esa será la urgencia. Pero también deberán reflexionar sobre qué grandes cambios en la gestión de nuestro medio y en las estrategias antiincendios debemos abordar.

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