Diario Córdoba

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Marcos Santiago Cortés

Amores de antes

Es cierto que el amor en pareja ha evolucionado para bien en cuestiones contra el machismo. Pero a la par, hemos dejado atrás otros aspectos fundamentales para que las historias sean dichosas. La decisión más importante de la vida era hallar la persona que te acompañara en tu viaje terrenal. Tanto, que, antiguamente, aquella persona que no encontrara esa pareja ideal, su vida casi que no tenía sentido. En cambio, hoy la vida solo cobra éxito social a través de la independencia individual. Por eso estamos empezando a echar de menos las parejas de antaño. Yo tengo la suerte de ver todos los días un amor como los de antes: la Manuela y el Pepe, mis padres. Se casaron en el 63 cuando él, recién venido de las minas de Alemania se fue a vender el lote que era una maleta con diversos productos que muchos gitanos, con buena presencia, vendían por las casas; las señoras les abrían porque la principal garantía, más que los productos, era lo elegantes que iban. Pues bien, mi padre iba de aparcero con un gitano de Posadas que se llama Manolín que le gustaba una gitana, la Victoria, que más guapa no la hay. Este hombre le dijo que quería ver a su novia y entraron en la casa de Pepe el de las Caseras (a la postre mi padrino) y mi padre vio a la prima, una preciosidad de diecisiete años, blanquita, elegante y tiposa que vio que mi padre venía cansado de ofrecer el lote por los cortijos y le preparó un bocadillo de atún. Se miraron, se comprendieron y él con el pretexto del lote no dejó de ir varios días. Hasta que le dijo: o te vienes o no me ves más que esto del lote no me gusta y me vuelvo a Alemania. Mi madre se fue con él (Manolin y Victoria también) y hasta hoy. Mi madre dejó encandilado a mi padre a primera vista, pero cuando ya lo dejó pasmado es cuando se bajaron en Baeza y la Manuela cogió el lote y lo vendió todo; ella llevaba en la sangre la venta, por lo que irse a Alemania ya no tenía sentido. Se despidieron de Victoria y Manolín, que se dedicaron a su destino, o sea, a fabricar otra preciosa historia. Pero, aunque tiraron para distintos caminos, a los cuatro les unió un vínculo inquebrantable como fue el encuentro con sus medias naranjas. Otra cosa que está en desuso hoy es el respeto y cariño eterno que proporciona a distintas personas una situación especial vivida juntas, aunque luego ya no se vean. La Victoria y el Manolín siguen dichosos en Posadas, donde parieron una prole sana y educada mientras mis progenitores recorrieron España a disposición del uniforme de Policía que mi padre, siempre aventurero, empezó a servir. Y qué voy a decir de ellos que con sus alegrías y sus peleas siguen haciéndonos felices. Y es que aquel día que mi padre con su chaqueta azul eléctrica y su pelo rizado pasó por Posadas y miró a aquella gitana blanquita y bonita y ella lo miró a él, sin papeles firmaron una invencible historia de amor.

*Abogado

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