Diario Córdoba

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José Antonio López García

El porno y la violencia sexual

En España, el 46% de los varones entre 14 y 17 años de edad han visto pornografía

Melinda Tankard, es una escritora y oradora australiana especializada en la pornografía y sus efectos adversos. Directora de la organización Collective Shout (Grito colectivo), ha dedicado gran parte de su investigación a la relación que hay entre el consumo de la pornografía y las agresiones sexuales, y se ha convertido en una de las voces de referencia internacional sobre esta temática, considerando la pornografía como «el departamento de educación global más grande del mundo». Según el portal especializado «Dale una vuelta.org,»(Religión digital) el 90% de los niños entre 8 y 16 años han visitado una Web pornográfica, y más del 80% de los jóvenes que ven pornografía tienen comportamientos sexuales agresivos. En España, el 46% de los varones entre 14 y 17 años han visto pornografía, y el 37% la consume semanalmente. Los expertos advierten incluso de una «radicalización» en el consumo de contenidos pornográficos, creando adicción, dejando de ver a las mujeres como seres humanos, inmersos en una radicalización tras la pantalla marcada por la deshumanización o la normalización del acoso sexual, la violación o el abuso infantil: ... «convertí a las mujeres en una película porno en mi cabeza, e imaginaba encuentros sexuales con cada una de ellas. Tuve que empezar a ver de nuevo a las mujeres como personas no como muñecos sexuales vivientes»,dice con sinceridad un adicto. Todas estas actitudes se deben, según Melinda, a la industria pornográfica, que define como «el mayor educador sexual del mundo.» Dada la facilidad de acceso a niños y jóvenes, no hay duda de que está alimentando el abuso al erotizarlo. Según un informe del Centro Nacional de Información Biotecnológica (EE.UU.), más del 80% de los jóvenes que consumen pornografía tienden a comportamientos sexuales agresivos, es una muestra de que la industria pornográfica «normaliza la violencia sexual», en niños y hombres. Tankard avisa de cómo el mundo hipersexualizado «adoctrina a los niños en patrones de crueldad sexual, enseñándoles que las mujeres, las niñas, existen para su gratificación y placer sexuales». Estas conductas, dice Melinda, no son asumidas solo por los hombres: «Las chicas se convierten en objeto de fantasía, adoptando roles y comportamientos pornográficos, viéndose a sí mismas como cajeros automáticos de sexo». Hay que reconocer que estamos destruyendo las normas culturales que enseñaban y garantizaban que los niños estuviesen fuera del uso sexual, como el control audiovisual, educar los sentimientos, alteridad, amistad, amor, valores humanos... No podemos abordar el abuso sexual completo sin rechazar una cultura que distorsiona la realidad sexual, cortando directamente de raíz la normalización de la pornografía. Es urgente cursos de formación para evitar el consumo de pornografía y alertar de sus consecuencias. Éticamente, como diría Platón, hay que perseguir la virtud amorosa, fortalecer la mente frente al egoísmo, y así esa virtud se hace cada vez más fácil y satisfactoria.

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