Diario Córdoba

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Octavio Salazar

CAMPAÑA ELECTORAL

Octavio Salazar

La igualdad en juego

Está por hacer, y nuestro voto puede ser un remo o una piedra

Cuando hablamos de derechos humanos, de justicia social, de dignidad, tenemos siempre que hacerlo en futuro. Es decir, como una tarea por hacer, como un proceso de lucha que encaja mal con el participio y que reclama la fuerza comprometida del gerundio. Un compromiso que es responsabilidad de todos y de todas, y que debería ser el sustento de las virtudes sin las que es imposible la supervivencia de la democracia. Este horizonte, que tiene mucho de utopía, debería estar presente en ese en apariencia pequeño gesto que supone depositar nuestro voto en una urna. El momento en el que todos y todas somos radicalmente iguales y en el que ejercemos, y no es poca cosa, la porción de soberanía que nos corresponde en cuanto miembros de la comunidad política. De ahí lo importante no solo del ejercicio del derecho sino también de que la papeleta responda a un ejercicio consciente de lo que querríamos y de lo que no querríamos construir. Este ejercicio cívico nos obligaría a mirar más allá de los reducidos esquemas partidistas, que en campaña electoral alcanzan límites a veces insoportables de simplificación y glotonería, y a plantearnos las conquistas que están en juego, los retrocesos que deberíamos evitar y el proyecto político que más se ajuste a ese equilibrio siempre inestable entre bienestar compartido, libertades individuales y expectativas de derechos. Por más que las opciones que nos ofrezca el mercado electoral nunca respondan por completo a nuestros ideales.

Ante las próximas elecciones autonómicas, en las que por supuesto seguirá estando en juego la eterna cuestión de cómo hacer de nuestra tierra un espacio capaz de generar oportunidades sociales y económicas adaptadas a la complejidad del siglo XXI, los electores y las electoras deberíamos plantearnos seriamente no solo lo que está por alcanzar sino, y aunque parezca una propuesta melancólica, lo que podríamos perder. Es evidente la amenaza de que logros indiscutibles de nuestra Comunidad Autónoma, y muy especialmente los que durante décadas nos situaron como pioneros en materia de igualdad, pasen del cuestionamiento que ya se extiende por redes sociales y tribunas a un deterioro institucional que sería equivalente al dejar morir a un enfermo desahuciado. Todos esos discursos reactivos y burdamente emocionales que la extrema derecha está logrando extender en torno a problemas tan dramáticos como la violencia de género, o sobre el sentido emancipador que tiene el feminismo, están penetrando peligrosamente en buena parte de la población. Este proceso, que encuentra un caldo de cultivo ideal en momentos de crisis y que se nutre de la política del miedo, amenaza con diluir los esfuerzos que durante décadas, y gracias a la suma de apuestas institucionales y movilización social, fueron integrando como parte irrenunciable, al menos eso nos creíamos, de la ética pública la igualdad efectiva de mujeres y hombres, el reconocimiento de las diversidades que nos singularizan como humanos, o la centralidad de la educación para la ciudadanía. Unos valores que ahora contemplo con preocupación y alarma como por ejemplo se diluyen entre los más jóvenes, los cuales, como constato en mis clases de Derecho o en los talleres que suelo hacer en Secundaria, están acogiéndose cada vez más a discursos reaccionarios y airados. Como si las proclamas de quienes aparecen públicamente como salvadores les hubieran dado alas para exhibirse como machistas, contrarios al feminismo y fieles seguidores de la tesis negacionistas de la violencia de género. Una reacción con frecuencia agresiva que es un termómetro de lo que se está extendiendo en una sociedad cada vez más acomodada en las trincheras.

El próximo 19J será la primera vez que mi hijo acuda a las urnas. Para mí será emocionante verlo ejercer el derecho del que no pudieron disfrutar mis bisabuelas. Por supuesto que seré exquisitamente respetuoso con el sentido de su voto. Solo me gustaría que él, como todos nosotros, hiciéramos un mínimo ejercicio de memoria y una obligada proyección de futuro. Teniendo presente que la igualdad siempre está por hacer y que en dicho movimiento nuestro voto puede ser un remo o una piedra. Y que ésta multiplica su peso en las mochilas de quienes otorgan al callar.

*Catedrático de Derecho Constitucional

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