Diario Córdoba

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Carmelo Casaño

Campaña electoral

Carmelo Casaño

El dilema andaluz

Se presagia una situación difícil, es decir, una mayoría del PP, más amplia que la actual pero insuficiente para gobernar en solitario

Según propia confesión del presidente andaluz, hecha a finales de abril, el adelanto electoral lo efectuó después de una concienzuda meditación y para que la región pueda tener nuevos presupuestos, dada la negativa de Vox, su actual socio en la trastienda, para aprobar los que Juanma Moreno había preparado para mayor beneficio de Andalucía y para iniciar ese despegue que siempre se anuncia a bombo y platillo, a derecha e izquierda, pero que nunca llega.

Como es lógico, desconocemos cuáles fueron las razones exactas de la prolongada meditación del presidente autonómico, pero nos gustaría saberlas, porque las encuestas, prácticamente unánimes en esta ocasión, presagian un dilema de complicada resolución: es decir, una mayoría del PP, más amplia que la actual pero insuficiente para gobernar en solitario; unos resultados parecidos a los anteriores en el PSOE, en Vox y en la izquierda fragmentada, mientras Ciudadanos -ahora mismo, de haber tenido bien puesta la cabeza, contaría con varias carteras ministeriales en un gobierno de España con mayoría absoluta- se hunde irremisible y merecidamente. Desastre debido, en gran medida, al sanluqueño Juan Antonio Marín, miembro veleidoso de C’s que se opuso a un acuerdo nacional con los socialistas, quizás para que no peligrase la vicepresidencia de la Junta andaluza que ostentaba. 

Con los mimbres de este somero análisis, que nos parece razonable, el porvenir político de la autonomía andaluza contará, a la hora de gobernar, con dos únicas posibilidades. La primera, que el ganador se alíe con Vox, a sabiendas de que ha de claudicar ante los presupuestos que los ultras quieran, los cuales han sido la causa de la desavenencia que ha llevado a la anticipación de los comicios. En este caso, las elecciones servirán para afianzar el poder de la reacción, como ya sucede en la región castellano-leonesa, donde Vox ha asumido funciones de gobierno autonómico, tal vez para ponerle palos en las ruedas, pues no puede olvidarse que en el programa de los criptofranquistas, está escrito que no comulgan con esta España de las autonomías, que quieren borrar del mapa constitucional. 

«Si el PP acaba en manos de la extrema derecha, a Feijóo se le plantearía una situación difícil de barajar»

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La segunda probabilidad del PP es inaugurar una compleja coalición con el PSOE, al estilo de lo que sucede en la República Federal Alemana. Algo que, en el presente de nuestro país, parece algo semejante a pedirle peras al olmo, aunque, bien mirada la situación, resultaría lo más realista, lo más beneficioso para Andalucía y lo mejor para el sistema democrático, pese a que al ala más conservadora de nuestros conservadores, que se sigue nutriendo del viejo autoritarismo, les parezca una herejía de poner el grito en el cielo. Estado de cosas que se repetiría, con parecidos tonos, en los partidos de la izquierda más dogmática.

No nos atrevemos a anticipar, tal si fuésemos adivinos con cucurucho, la solución del dilema que, según los datos que manejamos actualmente, solo tiene las dos posibilidades que hemos escrito en los párrafos anteriores. Otra cosa será que, en campaña electoral, cuando le pregunten a los intervinientes con quién pactarían para formar un gobierno estable, dirán que es una cuestión que no se plantean porque su esperanza es gobernar en solitario. Manifestaciones, siempre repetidas, que nos reafirmarán en la sensación de que, ahora, la política es tan primaria como monótona, ilusoria y mimética.

Antes de concluir, queremos manifestar que los efectos de las elecciones andaluzas pueden traer cola europea y española. La europea es que, como bien conoce Feijóo, la derecha civilizada del continente, con Emmanuel Macron a la cabeza, está esperando conocer si el conservadurismo hispano -al que, en varias ocasiones parlamentarias, le han manifestado en Bruselas su desacuerdo a que se alíe con Vox-, sigue creyendo que es de recibo y presentable gobernar con individuos que son más ultras que las huestes de la señora Le Pen, las cuales están en contra de la emigración indiscriminada y del europeísmo que marchita la grandeur de la dulce Francia, pero que jamás han alabado las políticas fascistas que llevó a cabo, en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno títere de Vichy. Cosa bien distinta a lo que sucede en España con Vox, partido donde hay afiliados que visitan el valle de Cuelgamuros algunos fines de semana; que siguen llamando a Franco el Caudillo; que no ocultan su amistad con el golpista Tejero, almorzando con él, de vez en cuando, en la costa malagueña; y que su ideario político se acerca mucho -como ha repetido hasta la saciedad Ortega Smith-, al del falangista José Antonio Primo de Rivera a quien, según propia confesión, la dialéctica que prefería era la de «los puños y las pistolas».

También, las elecciones andaluzas pueden traer cola española si el PP acaba en manos de la extrema derecha, que -insistimos por enésima vez- ha anticipado estas elecciones al no querer pactar los presupuestos. En tal caso, a Feijóo se le plantearía una situación difícil de barajar, pues están a la vuelta de la esquina las elecciones generales y, si su partido es socio de la extrema derecha en el gobierno de Castilla-León y Andalucía, le va a ser imposible convencer a los electores de que, llegado el caso, no haría lo mismo en España. Oído al parche, que la cosa tiene usía pues, de consumarse el cogobierno andaluz con las gentes de Abascal, la aireada adscripción del PP al centro-derecha, a la moderación, desaparece sin vuelta de hoja, se va a pique y, consecuentemente, ese hecho puede determinar el resultado de unas elecciones generales, como sucedió en otras ocasiones. 

* Escritor

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