Diario Córdoba

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Diego Martínez Torrón

TRIBUNA LIBRE

Diego Martínez Torrón

La música y la vida. Una confesión

Creo que la música clásica sería impensable sin la metafísica. Y mi obra también

Llega un momento en la vida, con la jubilación, en que miras para atrás y tratas de recomponer tu camino vivido. Y te preguntas si mereció la pena. Y entonces quieres recoger el fruto de lo sembrado y retirarte lentamente, confiando en poder disfrutar aún durante mucho tiempo de los libros, y de la belleza de esta hermosa ciudad y su sierra y sus gentes, antes de recibir el beso de la muerte.

En ese momento intentas rendir cuentas. Te preguntas si fracasaste en tu intento. Sabes que has sido un escritor minoritario, autor de más de 60 libros en buenos sellos, pero minoritario, y por ello, desconocido para la masa. Sobre ello reflexioné en mi novela ‘Éxito’. Haber elegido el camino difícil, el de unos pocos. Un camino que puede conducir a la perduración en el tiempo... O simplemente al olvido.

De mi obra quiero sobre todo mi poesía, en la que he diseñado un mundo con pensamientos profundos, expresados de modo muy sencillo y sugerente. Y también algunas cosas de mi prosa, que es original. O mi obra de ensayo, que es la que ha sido más difundida, al pertenecer al mundo académico. Esa obra ensayística me ha marcado, y también ha sido a veces un impedimento para el desarrollo de una más extensa producción artística, aunque haya ofrecido aportaciones de pensamiento y de cultura. Mi interés por expandir y comprender tantas veces casi gratuitamente la cultura española.

Soy un autor minoritario, que no sirve para la fama. Que ni siquiera la busca, ni sería capaz de sobrellevarla. Pero a la vez los escritores necesitamos de los lectores, sobre todo de las lectoras, para quienes se escribe.

Y entonces te preguntas el por qué de la repercusión limitada de tu obra. La respuesta es sencilla: porque derivas de un universo metafísico, el de los escritores idealistas y románticos, aunque te hayas mantenido, con tu estética de la sencillez, al margen de su cargante retórica. Y ese universo ya no existe, en el mundo romo, científico y realista del siglo XXI.

Entonces encuentras que tu caso se ciñe al de la música clásica y sus músicos, tú que eres un empedernido melómano, que sigues conciertos en vivo, y la música en la red: emisoras como Radio Clásica -la mejor, cuando no hablan tanto: su labor musicológica es admirable: Sergio Pagán, María del Ser, las retransmisiones...-, la de emisoras de San Francisco -la viva alegría californiana, de la que has disfrutado de joven-, de Nueva York -más reflexiva-, de Suiza -con buen gusto, pero solo programa de repertorio-, la de París -siempre cercana sobre todo al mundo francés-, o de Londres -exquisita la BBC3, pero en exceso educada y amable.- Ventajas de la red: vivir en la acústica de todos esos países, su música y su cultura.

Habría que educar a todos los jóvenes, muchas veces jóvenes salvajes de un mundo salvaje, en el amor a la música clásica.

Encuentro que mi obra literaria es la de los músicos de la música clásica: esos chalados maravillosos que ensayan mil veces una nota, para ser capaces de una emoción absoluta en un instante mágico durante un concierto. La expresión de universo abstracto, delicado y sublime, que se encuentra en la mente de compositores como Brahms, Richard Strauss, Delius, Dvorak, Rodrigo, Victoria... y tantos tantos otros...

Creo que la música clásica sería impensable sin la metafísica. Y mi obra también.

Hoy sabemos que la metafísica es mentira... Pero... es tan hermosa la sublimación de la realidad en el instante de la belleza... Es tan hermosa e intensa la tentación de expresar lo infinito...

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba y escritor

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