Cada X tiempo uno cae. El último ha sido Elías Bendodo, Consejero de Presidencia de Andalucía. Se le embarra el alma del terruño y, ¡hala!, se desliza en el anatema. «España es plurinacional», dijo. Lo que yo creo que Bendodo quiso decir es que Andalucía es un territorio con su idiosincrasia, su bandera, su himno, su folclore dentro de unos límites geográficos que son exactos a los que tenía cuando el Al-Ándalus. Cosas así. Estamos en vísperas de unas elecciones y está bien hacer patria chica. Otra cosa es pasarse y Feijóo le salió al paso como el verdadero profeta del nacionalismo: «Ni lo es, ni lo será». Y esta corrección es seria porque si no sabemos qué es España, tampoco sabemos lo que es Andalucía. El PP anda traumatizado.
El problema no es solo la ambigüedad del Título VIII de la Carta Magna, sino que la ambigüedad nace del problema ¿Qué es España? En este tipo de indefiniciones en busca de una respuesta metafísica se han visto envueltos algunos países con respecto a sus propias identidades. Por ejemplo, para los franceses la lengua es la patria. Rusia, ya ven: Vladimir Vladimirovich Putin encarna la Gran Rusia. Y en Alemania, que según Tomás Mann en Dr. Fausto se debate el tema con enjundia filosófica, Hitler lo resolvió con un mito: los arios.
Muchos han sido los exégetas de nuestra turbulenta historia. En una época reciente y pre-democrática España nace con la Reconquista, que inicia don Pelayo y culminan los Reyes Católicos setecientos años después. Ese era el Catón escolar. Pero, como pasados quinientos años de esa última efeméride el mundo había dado unas cuantas vueltas, hubo que imponerlo con una guerra civil y España era, bajo el nacional-catolicismo, «Una, Grande y Libre», «Una unidad de destino en lo universal» que buscaba expandirse en su nostalgia «Por el imperio hacia Dios». Eran algunas perlas del collar del halcón. Pero el propósito de aquellos años de dictadura no se cumplió del todo. Sí, abandonaron el país un millón de muertos y medio millón de exiliados, tuvieron que salir tres millones de emigrantes a ganarse el duro pan, cedimos bases a los norteamericanos, nos invadieron las multinacionales y nos especializamos en el azaroso comercio turístico, llegó la democracia liberal como fruta madura y se escribieron miles de libros. Pero, por lo visto, no resolvimos el problema original. Aún seguimos preguntándonos qué es España. Los hay quienes, aparentando más «ciencia y arrojo», quieren «reconquistar España» y «poner picas en Flandes». ¿De qué hablan esta gente? ¿No están dando palos de ciego con las fustas que usan para sus caballos?
** Comentarista político